miércoles, julio 24, 2024
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Desde la tierra

Extraño mi galletita

Recuerdo feliz una escena con la Madre Antonia en la antigua Clínica Alemana de la calle Fernando Guachalla en Sopocachi, La Paz. Los dolores de la cesárea se habían calmado con la felicidad de tener a mi guagüita en los brazos. Para la sed me mojaban los labios con mate de anís. ¡Pero yo moría de hambre! Entonces autorizaron mi primer alimento: tres galletas de agua de “La Francesa”.
Soy una de las miles de paceñas que relaciona ese gusto con diferentes momentos felices. Aunque la industria molinera boliviana registró (por lo menos hasta 2006) grandes marcas, “La Francesa” tiene la ventaja de ser parte de la memoria colectiva. Eso sucede con los productos más carismáticos que crearon los industriales en el pasado siglo, una buena parte migrantes recibidos con los brazos abiertos.
A la galleta de agua se une como pareja entrañable, el pan para los hot dogs tradicionales con salchicha Stege. El otro producto cotizadísimo era el panetone, a pesar de la excelente competencia de fábricas menos antiguas. Detrás del nombre hay una historia que publicamos con José Alejandro, 40 años después de la escena con la Madre Antonia.
“La Francesa” es una empresa que comenzó hace siete décadas y creció por el principio de reinvertir de forma permanente. Zain Yaffar Zatt, nacido en Kana el Yalil (Líbano) en 1889 desembarcó en Buenos Aires, pero por alguna razón prefirió subir al norte. Probablemente en 1917 ya estaba en Corocoro, igual que el padre de Juan Lechín que también venía del Líbano. Vivió en Charaña, se casó con Delicia Corrales; ahí nació Mario Alfredo Yaffar Corrales.
A inicios de los cincuenta, la familia optó por trasladarse a La Paz. En la ciudad eligieron el producto “pan” para mantenerse; como todo emprendedor, por necesidad. Alquilaban hornos para producir sus primeras unidades. Ese horno de barro quedaba en la calle Estados Unidos de Miraflores.
“La Francesa” fue fundada oficialmente en 1958, gracias a la visión de Mario que quiso superar la actividad artesanal. Decidieron comprar una maquinaria alemana, hornos automatizados. Ese fue un rasgo importante que mantuvo la empresa por varios años: reinversión y renovación permanente de equipo para mantener la calidad.
Aunque eran momentos de inestabilidad económica, la familia Yaffar decidió apostar por el desarrollo industrial paceño/boliviano. La máquina para las galletas de agua significó un gran salto para ganar el competitivo mercado hasta lograr elaborar más de 140 productos.
“La Francesa” –nombre en homenaje a la nación que dio pasaporte de Zain– venció otros duros obstáculos: la hiperinflación en la década de los 80 y la competitividad exigida por el DS 21.060. Como otras factorías afiliadas a la Cámara Nacional de Industrias (CNI) empleaba un porcentaje de personas con capacidades disminuidas; como otras empresas generaba empleo legal. Los hijos o nietos de los primeros obreros trabajaban en nuevos puestos. Pasaba los exámenes del uso racional de agua y energía. En el marco de la Responsabilidad Social Empresarial (RSE) apoyó acciones sociales y ambientales, con el personal y con el entorno. Atendía en varias ciudades el desayuno escolar.
Pese a esas seis décadas de experiencia, “La Francesa” será otra de las industrias engullidas por el sistema creado desde 2006 por el Movimiento al Socialismo (MAS). Luis Arce Catacora quedará en la historia como el Ministro de Economía y como el presidente de la des-industrialización nacional.
El MAS hace todo lo posible por acabar con lo legal. Arce alentó el pago del doble aguinaldo porque no era su dinero, obligando a decenas de establecimientos a descapitalizarse. ¿Qué industria con problemas internos va a esforzarse en conseguir préstamos bancarios si no hay dólares, no hay garantía jurídica, no se puede consolidar un plan de negocios ni siquiera en un trimestre?
Además, siempre está la sombra del chantaje –como pasó con medios de comunicación– o las amenazas del sindicalismo impostor para apoderarse del esfuerzo ajeno. Álvaro García Linera podría contar esas historias. O la angurria, como la de la familia Morales Dávila, para apoderarse de la exitosa empresa de Marcos Iberkleid para después descuartizarla.
Arce será recordado por haber permitido que el crónico drama del contrabando sea parte de la competencia desleal al producto boliviano, afectando las mejores producciones nacionales: alimentos, vinos, textiles, cigarrillos. Pregunté a un vendedor callejero si las nueces que ofrecía eran bolivianas (pues consumo las tarijeñas desde mis 17 años). Me respondió: “Sí, son del Desaguadero”. Fracaso absoluto de la Aduana.
La ceguera y la torpeza del MAS para ayudar a los obreros legales se refleja en las declaraciones de la ministra de Trabajo, Verónica Navia, en una reunión internacional. Ante el asombro de sus pares por la cifra del 80 % de informalidad, afirmó: “la informalidad en Bolivia la genera la propia empresa privada que no registra sus contratos y relaciones laborales. Es la que nosotros estamos en la obligación de combatir y a la que volcamos toda nuestra labor”.

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