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¿Por qué mutilar?

Ernesto González Valdés

Una amiga que busca trabajo me dijo que tenía que reducir líneas de su currículum vitae (CV), para ver si tenía mejor suerte, ya que consideraba que al tener mucha información no lo leían.

Me dio pesar cuestionarla en ese momento, pero “quitar líneas” implicaba hacer una selección para eliminar años de experiencias, resultados, quehaceres, reconocimientos, para que alguien que, aparentemente no tuviese mucho tiempo, lo mirase.

¿Acaso a quien se le manda el CV, que significa «carrera de la vida» (1), instrumento en el cual son recogidos datos personales, formación académica, actividad laboral y méritos de una persona, no necesita de ella mayor información para conocerla? Parece que no.

Tras varias décadas de labor profesional, muchas son mis experiencias. En mi caso, el primer CV que hice sobrepasaba las 30 páginas, hoy reducidas a 7, aunque lo interesante es que comienza a crecer con un sinnúmero de webinares impartidos, ¿pero los quito o los pongo?

Es cierto que la evolución existe, un teléfono inalámbrico que hace años parecía “un bloque de cemento” (2), hoy su peso y diámetro varían con el objetivo de generar una comodidad no solo en el peso, sino también en la comunicación, pero, ¿por qué reducir “mi comunicación”, entiéndase lo hecho.

Tiempos atrás al buscar trabajo, imprimías tu CV a colores, lo colocabas en una carpeta, inclusive comprabas una de plástico para mostrar ¿mejor desempeño, una distinción a diferencia de un pobre cubre CV de cartón crema? Hoy lo ideal es el CV de dos páginas y con una cierta estructura o diseño donde se armonizan los colores, inclusive en internet hay plantillas.

Inclusive ibas de puerta en puerta de instituciones, dividiéndolas geográficamente, para saber dónde estaban ubicadas, sectorizarlas, para que me resultase más económico, y caminar menos, gastar menos en transporte, etc.

Recuerdo tiempo atrás, que en una universidad donde trabajaba y el valor de la hora clase era de unos $2.00 (USD), estando en ese momento con protestas de estudiantes, barreras, llantas incendiadas, al llegar al recinto me notificaron que las clases estaban suspendidas hasta nuevo aviso. Esa quincena me resultó fatal.

Volviendo al tiempo actual, me contaba otra colega que, tras mi sugerencia de tocar puertas físicamente y no enviarlas exclusivamente por correo y que, aunque ya lo había hecho, la respuesta había sido: “lo siento no podemos recibirlos, debe ser por correo”.

¿Quién había respondido? Supongo que no era quien los debía revisar, sino la persona que los archivaba para luego, quien sabe cuándo, los entregaría a…). Estimados lectores, evolucionan las tecnologías, la inteligencia artificial (IA) avanza, la burocracia aumenta, a lo cual anexo, ¿no se dan cuenta que son docentes que necesitan trabajo y alumnos que esperan?

Al menos en Centroamérica, es común encontrar grupos de clases con más de 60 estudiantes, donde ¿se aprenderá, se comprenderá? No quisiera cambiar el mundo, con 8.000 millones de habitantes, pero aulas sobresaturadas y docentes sin empleos, sencillamente no es algo admisible.

«Estimado Chat-gpt, tú que tanto sabes, estoy buscando trabajo con estas características, salario, etc.». «Sí estimado (a) docente, con mucho gusto…, la plaza es suya, por favor presentarse en…».

Para terminar, irónicamente una de las redes –donde comparto los CV de las personas que necesitan trabajo–, me preguntó: ¿Ernesto, estás buscando trabajo? … sin comentarios.

 

Notas

(1) También llamado hoja de vida.

(2) El creador del primer celular fue Martin Cooper y lo hizo el 3 de abril de 1973, cuyo precio fue de USD 3.995, un monto bastante alto para la época; su peso de 800 gramos y tenía una medida de 33 centímetros de alto, 4,5 de ancho y 8,9 de grosor.

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