En el curso del desarrollo de la historia de Bolivia han ocurrido numerosas veces episodios reñidos con la ética política que, naturalmente, terminaron con resultados absolutamente contrarios a sus propios deseos y, más aún, a los intereses nacionales. Sin embargo, las lecciones históricas no han sido comprendidas por políticos de posteriores generaciones y, por tanto, cometieron errores de mayor magnitud, para llorar lágrimas de sangre.
Entre esos casos dramáticos se puede citar algunos ocurridos durante el Siglo XX, como los golpes de Estado contra Hernando Siles Reyes en junio de 1930; contra Gualberto Villarroel en 1946; el de noviembre de 1964 y otros de una larga lista. Todos ellos tuvieron la característica de haber sido combatidos por partidos reaccionarios en alianza con partidos que se llamaban de izquierda y hasta revolucionarios. En efecto, siendo contrarios en todo sentido, formaron sendas alianzas y expulsaron al gobierno de turno en forma sangrienta y todos en conjunto tomaron el poder y cogobernaron durante una breve temporada, gozando de una deliciosa luna de miel.
Pero en esos momentos se produjo la catástrofe. En efecto, el partido más fuerte de la alianza decidió gobernar solo y expulsó a sus socios de la víspera de toda participación en el poder. Es más, los sometió a feroz persecución, a cárceles y crímenes. Esa táctica política se repitió varias veces, no obstante que las lecciones del pasado no debían repetirse y ser, por el contrario, exhibidas en algún museo arqueológico.
Sin embargo, las lecciones de la historia política del país no pueden ser aprendidas (mejor diremos que no se las quiere aprender) por los nuevos politiqueros y politicastros que aparecen como hongos después de la lluvia.
Al respecto, como se está repitiendo la historia, el Vicepresidente del Estado Plurinacional ha recordado la historia pasada, afirmando que una “troika”, formada por el MAS de Evo Morales, Comunidad Ciudadana (CC) presidida por Carlos Mesa Quisbert y el caudillo Luis Fernando Camacho de Santa Cruz, forman una alianza para combatir al actual gobierno que, por lo menos, desea aplicar una labor política independiente o diferente de la mazorca de tres partidos citada.
Finalmente, es de remarcar que alianzas entre enconados adversarios, solamente para restaurar un sistema gubernamental del pasado, cerrando los ojos ante el futuro, no es lo que necesita el país. Por el contrario, los bolivianos necesitan un gobierno que corrija los enormes errores cometidos por un régimen populista que se mantiene en el poder desde el año 2006, con un breve intervalo durante un gobierno de transición.