A raíz de la reciente escasez de alimentos, debido a varios factores, como cambios climatológicos, el abandono de campos de cultivo, particularmente en el occidente, por falta de apoyo a los agricultores, el ingreso de numerosos productos mediante el contrabando y otros, han surgido varias versiones para explicar y apaciguar las protestas de la población.
Inicialmente se arguye que fenómenos meteorológicos como El Niño y La Niña han provocado sequías, heladas y granizo que han dañado la producción agrícola y han impedido conseguir la tan anhelada seguridad alimentaria en Bolivia. Como consecuencia se deja de sembrar para no asumir pérdidas o los productores deciden cambiar de cultivos. En esta gestión, como resultado, se experimentó cambios en el calendario agrícola por escasez de lluvias. Y, contrariamente, en otro periodo de tiempo, las precipitaciones pluviales fueron prolongadas e intensas y destruyeron cultivos. Todo ello derivó en la escasez de productos nativos y la entrada de frutos de países vecinos, mediante el contrabando.
Por otra parte, los cambios climáticos causan enormes pérdidas a los agricultores, quienes generalmente solo reciben ayuda cuando su situación llega a niveles extremos, sin que haya una eficaz política gubernamental para incentivar la productividad, con la provisión de semillas, maquinaría, apertura de caminos estables para el traslado de sus productos y hasta consiguiendo mercados en otros países para que puedan obtener mayores ganancias y mejorar su calidad de vida. Solo de esta manera se podrá evitar que miles de campesinos de varias regiones migren a las ciudades, en busca de trabajo para subsistir o salgan del país con destino incierto.
Lo peor de todo es que continúan sin control estricto los incendios de zonas forestales para ampliar la frontera agrícola, así como la desaparición de áreas verdes en las urbes principales por el crecimiento urbano, lo que se produce por falta de planificación y resguardo de esas zonas por parte de las autoridades locales. En el caso de las quemas descontroladas, no se toma en cuenta que aumentan el desequilibrio del clima, pues al destruir vegetación para cultivar granos se pierde la posibilidad de contar con agua mediante las lluvias. Y la expansión de las zonas urbanas provoca que desaparezcan los lugares donde familias se dedicaban a cultivar alimentos para su consumo.
Como se deduce, el problema es complejo y requiere un análisis profundo para lograr seguridad alimentaria. Por ello se debería dejar de apelar a medias verdades, solo para atenuar las protestas de la población cuando hay escasez de productos alimenticios o suben sus precios en los mercados del país. Y lo más importante sería anular las llamadas “leyes incendiarias”, las cuales son consideradas, por quienes aman a la naturaleza, como impulsoras de quemas sin control, que causan la pérdida de valiosa vegetación que es imprescindible para el “vivir bien” de todos los bolivianos.