miércoles, julio 3, 2024
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Monocultivos y chaqueo

Parte I

En Bolivia, de acuerdo con Alejandra Iris Sejas Delgadillo, estudiante de la Maestría de Agroecología y Sistemas Alimentarios Regenerativos de la Universidad de Medio Ambiente de México, a partir de la década de 1970, se optó por un modelo de desarrollo basado en unidades empresariales agroindustriales, dando lugar a cultivos de caña de azúcar y algodón, lo que implica, especialmente, la técnica del monocultivo que, conforme a la Real Academia Española, es un cultivo único o predominante de una especie vegetal en determinada región.
En este contexto, tiempo después, este sistema se expandió con granos oleaginosos y ganado bovino, a cargo de instituciones estatales, iniciativa privada e inversión extranjera. No obstante, esta estrategia ha desplazado a los campesinos indígenas de sus tierras para expandir la agroindustria y el agronegocio. Generando costos más bajos para la comercialización de sus productos, los cuales para la agricultura campesina serían inalcanzables.
Lamentablemente, la agroindustria y el agronegocio han provocado el decrecimiento de la agricultura familiar campesina ante el desarrollo de dicha agricultura empresarial. De esta manera, la productividad de las tierras empleadas en el agronegocio es cada vez menor.
Para cubrir la demanda dentro de este sistema productivo, los agricultores bolivianos, al finalizar la época seca, practican la técnica tradicional del chaqueo que consiste en la quema de bosques y otra vegetación, además de la tala de árboles en el área. Es así que, la vegetación mermada y la maleza del terreno se seca y se quema antes del inicio de la época de lluvias, lo que resulta en un manto de cenizas con nutrientes que, a corto plazo, incrementa la fertilidad de la tierra. Toda esta práctica se realiza con el objeto de preparar el terreno para la temporada de siembra.
Sin embargo, esta es una técnica de preparación de la tierra para cultivo que se efectúa anualmente, lo que genera la disminución de nutrientes del suelo y el incremento de maleza, por lo que se deja descansar al terreno, donde luego crece un bosque secundario, lo que se convierte en un ciclo.
Actualmente, esta práctica se aplica a gran escala, habiendo tecnificado los desmontes, ya que la producción de nuevas tierras conlleva la conversión de los bosques a campos de cultivos y tierras de pastoreo, alcanzando el desmonte un ritmo de 800 hectáreas por día, conforme a Gonzalo Colque, investigador de la Fundación Tierra. De esta forma, la agricultura de productos como la soya o maíz, y la ganadería, son los principales impulsores de la deforestación en el país.
Todo esto ha ocasionado incendios forestales de manera accidental, y debido al clima seco y los fuertes vientos el fuego se expande más allá de los límites en los que se pretendía utilizarlo, llegando a afectar asentamientos humanos y áreas protegidas. Según la revista Mongabay, en el año 2023, en Bolivia casi 3 millones de hectáreas de bosque se perdieron por el fuego, provocando, también, la destrucción del hábitat de la biodiversidad en diferentes regiones del país.

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