jueves, junio 27, 2024
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Contra viento y marea

Ni izquierdas ni derechas

Augusto Vera Riveros

Hace poco, en esta misma tribuna expresé que una parte de culpa la tienen los electores para que accedan al poder político regímenes de tinte socialista autoritario, excepto en sistemas como los de Venezuela, Cuba o Nicaragua, donde la insolencia de la izquierda que detenta el control del Estado no permite otra alternativa que revalidarles el mandato. Por supuesto que existen otros factores para que muchos gobiernos socialistas tiranicen a sus pueblos, pero eso es motivo de otro comentario, así como punto aparte son los sistemas socialistas de los países nórdicos y por qué el socialismo es visto por ellos desde un ángulo completamente diferente al resto del mundo, donde ser de izquierda parece ser sinónimo de despilfarrador y corrupto.
Y la verdad es que, conceptualmente hablando, no existe en el mundo ningún régimen enteramente socialista, porque —hasta donde yo sé— ningún Estado ha conferido al pueblo el derecho de apropiarse de los medios de producción. Por eso el correlato de las izquierdas en el mundo no pasa de ser un engaño, mucho en cuanto a la riqueza, pero mucho más en cuanto a las libertades. ¿Acaso no es fácil comprobar, reduciéndonos a un contexto más próximo para nosotros, como es América Latina, la falacia de las peroratas de presidentes de izquierda que contrastan con la pobreza de sus adormecidos oyentes al pie de sus atriles, que siguen teniendo esperanzas en aquellos o bien no tienen posibilidad de abrir la boca?
En Suecia, por ejemplo, que es el referente mundial del Estado de bienestar, a pesar de que el socialismo ha predominado durante muchos años, existe un pragmatismo que ni siquiera durante los gobiernos, que en las últimas décadas han interrumpido la hegemonía socialdemócrata, hizo revertir las medidas adoptadas en materia económica, como el libre mercado o el control de muchos servicios públicos por manos privadas, proscribiendo el Estado benefactor, una reducción sustancial del gasto público, que en los regímenes socialistas en lo político, es medida que está lejos de ser adoptada por los compromisos adquiridos con su militancia, como en Bolivia, que tiene un aparato burocrático de casi 600.000 funcionarios, pero con una tendencia del 10 por ciento de crecimiento anual.
En consecuencia, en cualquier parte del mundo, con esas tendencias es prácticamente imposible que ellos puedan salir de sus crisis económicas, y entonces los hostigamientos que se originan desde ambos brazos de las doctrinas políticas —es decir desde la izquierda, pero también desde la derecha— al liberalismo, carecen de sustento, a pesar de que los dirigentes de aquellas corrientes con frecuencia hacen estériles esfuerzos poniéndose caretas de liberales, porque el valor supremo del liberalismo es la tolerancia y de ella dimanan todas las libertades fundamentales consagradas por la modernidad, así como la flexibilidad de sus postulados en correspondencia con los contextos culturales, sociológicos y temporales en que se implemente la ideología.
Volviendo al caso de Suecia, donde se considera un lastre el nacionalismo y el uno por ciento de la población es de empleados públicos (y además con una eficiencia impensable para nuestro medio), se ha producido una importante apertura a la inmigración de extranjeros (aunque con ciertas controversias). Eso es la aplicación de un liberalismo dentro de un sistema socialista moderado, por considerar que el nacionalismo es sinónimo o de segregación o de racismo, o de ambos. En el Estado moderno, esas concepciones están indiscutiblemente reñidas con la libertad, y si no hay libertad no hay democracia. Ambos conceptos solo son compatibles si se quiere vivir sin más restricciones que las que impone la ley, cuyo espíritu prioriza al individuo. Y no se confunda: el liberalismo no tolera la anarquía, pero defiende a rajatabla un Estado que, sin traicionar sus postulados, pueda adecuarse a la realidad de las sociedades, respetando en cuanto fuere posible la educación y la salud públicas, pero promoviendo en estos campos la iniciativa privada también.
Con las derechas que aplican el racismo, la corrupción o el brutal capitalismo, o las izquierdas que implementan el totalitarismo, el intervencionismo, la planificación del mercado, la eliminación de la propiedad privada, el aborto o la violación a los derechos humanos, el mundo se perdería. El ideario liberal, pese a sus dudas y discrepancias, es la doctrina más fructífera y humanista para el resurgimiento de las sociedades, haciéndolas prósperas y abiertas.

Augusto Vera Riveros es jurista y escritor.

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