sábado, noviembre 2, 2024
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Bolivia, un país circo

En la gran carpa de la política boliviana, hemos presenciado en estos últimos días un espectáculo ridículo, repetitivo y desalentador. Pareciera que vivimos en un país circo, donde los políticos juegan con la psique de los ciudadanos, manipulando la realidad a su antojo. La habilidad con la que inventan supuestos golpes de Estado, intentos de magnicidios y enemigos “imperiales” ocultos entre las sombras es digna de un maestro del ilusionismo. Todo esto tiene un solo propósito: mantenerse en el poder.
Durante las últimas décadas, hemos sido testigos de un patrón preocupante. Cada nuevo escándalo, cada nueva conspiración inventada solo refuerza la narrativa de un gobierno que necesita enemigos externos para justificar su permanencia. Es como si los políticos bolivianos fueran los directores de una obra teatral en la que el guion se repite una y otra vez, con ligeras variaciones y nosotros, el público, seguimos aplaudiendo.
El verdadero problema radica en que este país circo no solo tiene a los políticos como protagonistas. La población boliviana, en su marcada ignorancia, ha asumido también un papel central en este espectáculo. Cada elección se convierte en una oportunidad perdida para cambiar el rumbo y optar por un futuro diferente. Pero, en lugar de ello, seguimos votando por la misma opción política, ligada a un populismo progresista que ha demostrado ser corrupto y abusivo.
La persistencia en el error es alarmante. La falta de memoria histórica y la incapacidad de aprender de las experiencias pasadas nos condena a repetir los mismos errores. Nos hemos acostumbrado tanto a las promesas incumplidas y a las mentiras descaradas que ya no parece importarnos. Como si fuéramos espectadores de una tragicomedia, seguimos riendo y llorando con el mismo guion una y otra vez.
Es momento de preguntarnos por qué seguimos permitiendo que nos traten como marionetas ¿acaso no merecemos algo mejor? Bolivia tiene un potencial inmenso, con una riqueza cultural y natural que podría ser la envidia de muchas naciones. Sin embargo, estamos atrapados en un ciclo vicioso de corrupción y abuso que nos impide avanzar.
Es necesario hacer una reflexión profunda sobre nuestro papel en este circo. No podemos seguir echando la culpa solo a los políticos. Ellos son, después de todo, un reflejo de nuestra sociedad. Si seguimos votando por los mismos de siempre, es porque, de alguna manera, estamos cómodos en nuestra posición de víctimas. Pero esta comodidad tiene un alto costo.
Es tiempo de despertar y decir basta. Basta de permitir que jueguen con nuestra inteligencia. Basta de aceptar como normal lo que es una clara manipulación de la verdad. Basta de resignarnos a vivir en un país donde la corrupción y el abuso de poder son la norma y no la excepción.
La responsabilidad es de todos. No podemos seguir echando la culpa solo a los políticos, cada uno de nosotros tiene el poder de hacer la diferencia. Cada voto cuenta; cada acción, por pequeña que sea, contribuye al cambio. Es tiempo de asumir nuestra responsabilidad y actuar en consecuencia.
Bolivia merece un futuro mejor. Un futuro donde la justicia, la transparencia y el respeto por los derechos humanos sean la norma y no la excepción. Un futuro donde los ciudadanos puedan vivir con dignidad y esperanza, donde el país circo sea solo un mal recuerdo y no nuestra realidad cotidiana.
Es hora de despertar del letargo de conciencia en el cual nos hemos acostumbrado a vivir y tomar las riendas de nuestro destino. Bolivia tiene la capacidad de transformarse, pero este cambio solo será posible si todos, como sociedad, decidimos que ya es tiempo de decir basta.

El autor es teólogo, escritor y educador.

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