La democracia, como símbolo de la libertad, fue restituida, hace más o menos 40 años, en consonancia con el anhelo del conjunto ciudadano. Los tiempos dictatoriales fueron, en consecuencia, estigmatizados, por los despropósitos gubernamentales. Surgía, en ese contexto, la esperanza de construir un nuevo país, en libertad irrestricta. “Bolivia, se dijo, se adelanta en señalar el fin de la era de los golpes militares de tipo nacionalista que emergieron como una reacción pavloviana, esencialmente irracional, frente a los problemas económicos y sociales de la última década” (1).
Pero los “campeones” de la democracia, tergiversaron, según sus intereses, ese histórico simbolismo. Empañaron sus enunciados, con otras de inspiración autoritaria. Emulando, quizá, las acciones antidemocráticas, de aquellos dictadores, que se propusieron perpetuarse en el Poder, pese al repudio de sus pueblos. Ello ha ocurrido en algunos países de la región, donde los regímenes de mano dura reprimieron e impusieron sus objetivos sectarios. Hicieron gala de su omnipotencia.
En consecuencia, encarcelaron a quienes pensaban diferente y a quienes trataron de reencauzar la democracia en momentos de incertidumbre política. Una democracia con presos políticos no es una democracia plena. Es antesala de la dictadura, aunque haya procesos electorales. Es el camino expedito para que, los que viven de la política, continúen en el Poder. Practicaron, con ese afán, el fraude electoral, que les hizo perder credibilidad ante sus congéneres. Inclusive, por tales motivos, huyeron.
“La situación de los derechos humanos en Bolivia ha ido decayendo en el país a niveles nunca antes visto, ni siquiera durante la época de la dictadura, debido a la desinstitucionalización del Estado por la mala administración de justicia, violación a los derechos humanos vía contaminación del medio ambiente y persecución política”, informa un matutino paceño (2).
La democracia, desde hace tiempo, no solo está deteriorada, sino secuestrada por esas acciones que impiden el diálogo, la tolerancia y el entendimiento, valores intrínsecos que enaltecen el quehacer inclusivo de aquel sistema. Ahora, en esa dinámica, proliferan las promesas incumplidas y las esperanzas defraudadas. Aquella no debe ser utilizada, por lo tanto, para beneficio de un determinado grupo partidario. Tampoco para arrinconar a la oposición, con el fin de imponerse electoralmente. Menos para alentar el enfrentamiento y la confrontación, que cubrirían de sangre y luto el territorio patrio.
En suma: digamos, como Mahatma Gandhi, que “la verdadera prueba de la democracia consiste en la capacidad de cualquiera de actuar como desee, mientras no perjudique a la vida o la propiedad de nadie” (3).
NOTAS
(1) “Opiniones Latinoamericanas”, Vol II, No. 18, diciembre de 1979. Impresa por: Trade Litho, Inc. EEUU, página 19.
(2) “Situación de DDHH cayó a un nivel nunca antes visto”. EL DIARIO, La Paz – Bolivia, 13 de mayo de 2024.
(3) “Historia del Siglo XX, Time (La descolonización)”. Impreso en RR Donnelley, Chile, 2011. Pág. 41.