En esferas superiores de la Alianza del Pacífico, iniciativa para una integración regional, se ha anunciado que se pondrá en práctica una política de exportación de productos agrícolas, aunque sin especificar aún cuáles serán destinados a ese fin económico de urgencia en el continente y en especial entre los países que conforman esta entidad. Bolivia, que es un país socio de ese organismo, tiene, naturalmente, interés en ese proyecto y el Estado Plurinacional no tardaría en apoyarlo con el objetivo de obtener beneficios.
Seguramente, ha enunciado ese proyecto, tomando en cuenta que desea aumentar la producción de alimentos, en vista de la creciente demanda mundial y, en particular, por la invasión colonial rusa a Ucrania, país que en muchas oportunidades ha sido considerado el granero de Rusia y que se caracteriza por tener extensos campos de riquísimas tierras “chernozem” para una próspera agricultura. Asimismo, ha debido considerar que podrá aumentar la productividad y la superficie para cultivos de alimentos, entre otros aspectos.
Bolivia, con otras naciones del sur del continente, participa en ese organismo y ha obtenido beneficios, pero en esta ocasión el asunto se pone peliagudo por la notable crisis agropecuaria nacional y a la que se suman, a medida que pasan los días, nuevos obstáculos para resolver uno de los problemas más graves de su historia: el de la tierra.
En efecto, la producción agropecuaria boliviana ha caído en alrededor del sesenta por ciento con relación a pasados años. Igual cosa se puede decir de la productividad por hectárea, que es sumamente baja, así cormo otros factores que han conducido a tan lamentable situación. Abundando en esa materia, la crisis agraria ha convertido a Bolivia de país que se autoabastecía con relativa normalidad con su producción de la tierra, a un país que ahora apenas produce para abastecer sus mercados de consumo. Por ello se ha tenido que convertir en una nación que se alimenta de artículos extranjeros, desde harina de maíz y trigo, con gastos por cerca de mil millones de dólares.
En consecuencia, la posible participación de Bolivia en esta Alianza no será agroexportadora, sino agro consumidora. Es decir que otras naciones que participan en ese cónclave, tendrán que dedicarse a exportar alimentos a su socio boliviano, lo cual, naturalmente, hará las delicias de sus agricultores, pues encontrarán un país que consuma su producción y, a cambio, reciban divisas-oro (en caso de que las tuviera).
De ahí que en dicha entidad internacional pareciera que no toman en cuenta la realidad agraria de Bolivia, ya que no tiene producción para exportar y solo se habla de una supuesta política industrial de capitalismo de Estado, creadora del zoológico más grande del mundo, de “elefantes blancos”. Por ello esta Alianza debería hacer proyectos específicos para la realidad boliviana y comprender que durante el actual régimen han sido abandonadas 500 mil hectáreas de cultivos y alrededor de un millón de campesinos han migrado a las ciudades y al exterior, todo debido a una política agraria desfasada, pero elevada a rango constitucional.