jueves, enero 30, 2025
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Leche, terneros y salud

Andrea Reynolds

¿Sabías que en la industria lechera, las vacas son separadas de sus terneros poco después de nacer, para que nosotros podamos consumir la leche que llega a los mercados?
Hace 10.000 años, el ser humano domesticó las vacas, permitiendo el uso de productos como la leche, aunque su consumo líquido se popularizó en la modernidad (Vaclav Smil, ¿Deberíamos comer carne?).
En el Siglo XIX, la leche bovina es un símbolo de modernidad y salud por su valor nutricional en Estados Unidos; en el Siglo XX se consolidó como esencial para el desarrollo, promovida por organismos como Unicef y FAO.
En Bolivia, la industria lechera comenzó en el Siglo XV con la llegada de ganado bovino europeo. En la década de 1960, el gobierno impulsó la industria para aumentar ingresos de pequeños productores, promoviendo el consumo. En 2023, la producción de Bolivia alcanzó más de 557 millones de litros, siendo crucial para la economía (Pro Bolivia).
Estos datos, esconden una cruda realidad, según lo explicado por la organización Ética Animal, debido a que las vacas lecheras se reproducen específicamente para producir grandes cantidades de leche. Las vacas son mamíferos, esto significa que, para la obtención de leche, deben estar embarazadas. Esto se suele hacer con inseminación artificial, a partir de selección genética.
Cuando las vacas dan a luz, sus terneros son separados de ellas, una experiencia traumática para madre y ternero, quienes mugen mutuamente durante días. Los terneros machos son utilizados para la producción de carne tierna, o criados durante unos meses para la producción de “ternera”. Sus vidas terminan en cuanto engordan lo suficiente, mientras las hembras, son utilizadas al igual que sus madres como productoras de leche. Separados sus bebés, las vacas son ordeñadas alrededor de 10 meses, inicia entonces un nuevo ciclo de embarazo que se repite hasta que la vaca ya no cumpla con esta función, para terminar siendo faenada.
Paralelo a la omisión de principios éticos y de bienestar animal dentro de la industria láctea, se evidencia que los animales no humanos toman leche solo en la edad temprana y de su propia especie, mientras que los humanos, tomamos leche durante toda nuestra vida y, además, de otra especie: la vaca, lo que puede provocar grandes daños en la salud, según Raquel Pérez de León, CNN México.
Se estima que el 70% de la población mundial es intolerante a la lactosa (INDEDR; Facultad de Medicina de Harvard). Ocurre porque nuestro cuerpo pierde la enzima lactasa entre los dos y cuatro años, causando gases, dolor y diarrea al consumir leche.
La caseína, una proteína de la leche, impide la absorción de calcio al volver el pH de la sangre ácido, lo que hace que el organismo extraiga calcio de los huesos para neutralizar esa acidez. Además, la caseína puede adherirse a los vasos linfáticos del intestino, dificultando la absorción de nutrientes y causando problemas inmunológicos, alergias y asma.
El Instituto Nacional de Cáncer y la Universidad de Oxford, informan que la industria lechera usa la hormona de crecimiento bovino (rBGH) para aumentar la producción de leche. Esta hormona incrementa el factor de crecimiento insulínico (IGF-1) en la leche, relacionado con el cáncer de próstata, mama y ovarios.
En este contexto, deberíamos reducir o eliminar el consumo de leche de vaca en la alimentación, optando por opciones vegetales más éticas y saludables como leche de almendras, baja en calorías y proteínas, pero fortificada con vitaminas y minerales o, leche de coco, alta en grasas saturadas y fortificada con vitamina D y B-12, entre otras.
Emprendimientos bolivianos elaboran productos lácteos de origen vegetal con el fin de dejar atrás la explotación animal, promoviendo alimentación saludable, basada en respeto a otros seres vivos.
Es momento de reflexionar sobre nuestras elecciones alimentarias. Cada vaso de leche que consumimos tiene un impacto más allá de nuestra salud personal. Desde la ética hasta la sostenibilidad, nuestras decisiones importan. Optar por alimentos vegetales no solo mejora la salud, sino también promueve un mundo más compasivo y sostenible. Es hora de elegir con conciencia y responsabilidad.

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