viernes, noviembre 8, 2024
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Me dio pesar, pero…

Estaría en sexto grado, ella un grado anterior. Bailábamos rock and roll (género musical recién llegado al país) imitando lo que veíamos en una gran pantalla en el patio de la escuela. Le pregunté «te siento triste», «sí, respondió, mis padres me dijeron que nos vamos del país». Por supuesto, no comprendía lo que implicaba irse.
Me dio pesar, porque tal vez tenía delante de mí a mi primer amor, por supuesto, nunca se lo dije, lo que implicaba un sentimiento fugaz, pero aprendí que desde niño era un tanto enamoradísimo.
Me dio pesar haber conocido compañeras con las cuales establecí en su momento relaciones formales, pero no salieron bien, por diversos motivos: inmadurez, ser poco tolerante, no escuchar, dedicar mucho tiempo al trabajo. Pero aprendí sobre la base del ensayo – error, que el problema era mío, al no llevar a cabo adecuadamente y en forma equilibrada los motivos antes mencionados.
Me dio pesar salir de mi país, por lo que dejaba detrás, mis hermanos, mis padres, mi cultura, mi tierra, pero… aprendí que mi núcleo familiar era lo primero. Las décadas dedicadas a cumplir ciertos ideales ligados a mi profesión, debían pasar a un segundo plano, pero también aprendí que mi formación académica, principios morales, eran una base sólida de partida para la búsqueda de empleo, además de conocer una nueva cultura, identificándome con ella y enfrentar nuevos retos.
Me dio pesar llegar a tener que jubilarme porque a pesar de muchos años como administrativo – docente, no podría continuar perfeccionando mi trabajo, cohesionando más mi equipo de trabajo respetando sus espacios, escuchando sus mejores ideas y llevándolas a la práctica, celebrando cumpleaños juntos, reconociendo su labor individual y colectiva. Pero aprendí a trabajar en equipo, a tratar de liderar lo mejor posible, a salir de la inercia en el campo administrativo y académico, modificando procesos, metodologías para el aprendizaje del personal docente, la evaluación del desempeño de los mismos. Que las labores de ellos fuesen reconocidas tras culminar cada período. Y tal vez lo más importante, conservar amistades con docentes, administrativos, esencialmente.
Me dio pesar que, por diversas razones amigos, familia, conocidos por diversos motivos –fundamentalmente económicos– hayan tenido que emigrar. Pero aprendí a respetar la decisión de cada cual, comprender que la familia es lo primero, el reto de establecer una nueva vida, donde no necesariamente “afuera” es como te “lo pintan”. Sin embargo, con paciencia, esmero, perseverancia, dedicación, trabajando duro, poco a poco lograrás tus metas y alcanzarás tus sueños.
Me mucho pesar, por personas que han fallecido –inclusive familiares muy cercanos– porque en su momento compartimos buenos y malos momentos. Pero de ellos aprendí mucho, el valor de la amistad, la cooperación, la confianza, la solidaridad, inclusive como parte de mi formación como docente y, lo principal, el valor de la vida.
Valor que implica ayudar a los que lo necesitan, comunicarte más – presencial o virtual- querer con más fuerza, con un abrazo, un like, sin importar las distancias –respetando cómo piensa cada cual–, porque no queda duda de que la vida es algo extraordinario, bello, vívela.

El autor es Licenciado en Ciencias Políticas.

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