jueves, julio 25, 2024
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Gobernar por las buenas o por las malas

Para las elecciones generales del próximo 28 de julio en Venezuela, los candidatos principales son Nicolás Maduro, de la llamada revolución bolivariana, quien gobierna por dos periodos seguidos, y Edmundo González, de la oposición, quien es apoyado por Corina Machado, que había ganado las elecciones primarias con más del 90 por ciento de votos, pero de manera irregular no fue habilitada, seguramente porque sería una candidata difícil de vencer en condiciones normales.

González va ganando adeptos porque se considera que podría ganar en las elecciones que se avecinan. Pero Maduro, que no quiere dejar el poder, amenaza a la población con que, si no es reelegido, podría haber una “guerra civil fratricida”, un “baño de sangre”.  “¿Están preparados? Yo estoy preparado, tengo el amor por Venezuela, tengo la experiencia, no le tengo miedo ni al demonio, Dios viene conmigo, Dios con nosotros, el pueblo con nosotros”, dijo Maduro recientemente. También manifestó que el 29 de julio firmará un “primer decreto” para convocar a “un gran diálogo nacional”. Tales palabras son insólitas, pues no es cristiano anunciar la muerte de prójimos. Tampoco se puede creer en una demagógica propuesta de conciliación.

Lo cierto es que millones de venezolanos desean que Maduro y sus partidarios violentos dejen de gobernar, ya que han convertido a Venezuela, un país próspero y democrático, en uno en crítica situación económica y donde predomina la represión a los que disienten con las ideas socialistas. Por otra parte, analistas aseveran que para Maduro la pérdida del poder implicaría la cárcel, pues según investigaciones internacionales él está sindicado de detenciones arbitrarias, torturas, violencia sexual y desapariciones forzadas. Al ser delitos graves, no prescriben y tienen jurisdicción mundial. Conocedor de ello, Maduro ha dicho: “vamos a ganar por las buenas o por las malas”. Por la fuerza implicaría fraude electoral, manejo dudoso del sistema electoral, adulteración del voto, compra de votos o amenazas a los electores, como sucedió en pasados comicios.

Esta receta cubana para que gobernantes socialistas similares se atornillen en el poder, también se aplica en nuestro país desde el año 2006. Entonces los masistas que llegaron al gobierno manifestaban que no estaban de paso, sino que gobernarían por siempre. Prevaleció la política de “meterle nomás” y recurrir incluso al fraude electoral para sus aviesos fines.

Lo peor es que cuando se agravan los conflictos por la incapacidad de los gobernantes socialistas, se recurre a la victimización, tratando de hacer creer al resto de la población que se los discrimina por ser “pueblo”, sin que hagan autocrítica por sus enormes equivocaciones. Finalmente, cuando el descontento social estalla, suelen achacar los problemas a conspiraciones externas e internas, llegando sus acólitos al extremo de pedir “guerra civil, ya”, sin reflexionar sobre sus abominables consecuencias. Pero se trata de seguir en el poder “por las buenas o por las malas”.

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