Existe el estigma de que los estudiantes con autismo no quieren o no pueden socializar con sus compañeros. Es verdad que un niño con autismo tiene dificultades en cuanto a interacciones sociales, pero esto no significa que no deseen formar amistades o participar en actividades grupales. Este es un ejemplo de un estigma social.
Estigmatizar es el acto de marcar o identificar a una persona o grupo de personas con una característica o atributo negativo, que a menudo se considera vergonzoso o deshonroso. La estigmatización en el ámbito educativo puede manifestarse de diversas formas. Uno de los casos más preocupantes es el etiquetamiento injusto de estudiantes por características personales, como su origen étnico, su lugar de procedencia, su situación económica o alguna discapacidad. Este fenómeno no solo perpetúa prejuicios sociales, sino que también impacta negativamente en el rendimiento escolar y la autoestima de los afectados.
Cuando un estudiante es estigmatizado, enfrenta barreras adicionales para acceder a oportunidades educativas equitativas. Los profesores y compañeros pueden tratarlo de manera diferente, limitando sus posibilidades de participación activa en el aprendizaje y contribuyendo a un ambiente escolar poco inclusivo. Este tipo de exclusión no solo afecta al individuo directamente implicado, sino que también socava los principios fundamentales de igualdad y justicia en la educación.
La estigmatización a menudo conduce a actos de discriminación y exclusión, donde las personas estigmatizadas son tratadas de manera injusta, se les niegan oportunidades y son aisladas socialmente. Fue lo que le ocurrió a un niño después de ser descubierto por haber hurtado un celular durante una hora cívica en su colegio. Se lo descubrió a través de las cámaras de seguridad que tenía la institución, recibió su sanción, pero no fue expulsado, sin embargo, el resultado final fue su exclusión y aislamiento del grupo y fue etiquetado como “choro” por el resto de su ciclo escolar. En este caso, la discriminación la causa una acción reprobable desde todo punto de vista. En otros casos, la sociedad es la que genera exclusión.
Existen estigmas sociales asociados con la discapacidad los cuales provocan que niños, adolescentes o jóvenes sean vistos como menos capaces y simplemente sean excluidos de las actividades escolares, es decir, no se toma en cuenta sus capacidades reales y potencial, lo cual impacta negativamente en su desarrollo y oportunidades. Este tema será tratado en otra nota.
En resumen, efectivamente estigmas sociales contribuyen determinantemente a la discriminación y, en el contexto de la educación escolar, tanto los estigmas como la discriminación interactúan de maneras complejas y mutuamente reforzadas. Abordar estos problemas requieren una combinación de políticas educativas inclusivas, capacitación para maestros en diversidad y sensibilización, así como la promoción de un entorno escolar que celebre y valore la diversidad de todos los estudiantes y, sobre todo, promueva una educación humana basada en el valor de la tolerancia.
La tolerancia es la disposición y capacidad de respetar y aceptar las diferencias y las diversas formas de ser, pensar y actuar de otras personas, incluso cuando no se comparten o se está en desacuerdo con ellas. Implica un reconocimiento y una apreciación de la diversidad, y un compromiso con la convivencia pacífica y armoniosa en una sociedad plural y multicultural.
El autor es Licenciado en Filosofía y Psicología.
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