lunes, agosto 12, 2024
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La mentira de la igualdad, fraternidad y solidaridad

La Revolución Francesa, aclamada en los libros de historia como un hito en la lucha por la libertad, la fraternidad y la igualdad, fue en realidad un rotundo fracaso. Las ideas que pretendía enarbolar nunca llegaron a plasmarse como tales, en cambio sirvió como excusa perfecta para el abuso, las ejecuciones sumarias y la venganza. Maximilien Robespierre y los jacobinos son el ejemplo claro de esta traición a los ideales revolucionarios.
Robespierre y su Comité de Salud Pública instauraron un Reinado del Terror, donde miles fueron guillotinados sin un juicio justo. La libertad se convirtió en represión; la fraternidad en delación; y la igualdad en una mentira. Los mismos revolucionarios que prometieron un cambio se convirtieron en tiranos, estuvieron preocupados por mantener el poder, que cumplir con las promesas hechas al pueblo.
Otro ejemplo del fracaso de la Revolución Francesa fue la sustitución de la monarquía francesa por un emperador. Napoleón Bonaparte no solo restauró la figura del monarca, sino que superó con creces los abusos de los reyes anteriores. Su ambición desmedida llevó a Europa a una serie de guerras devastadoras, consolidando su poder a costa de millones de vidas. La revolución que comenzó con la promesa de terminar con la tiranía, terminó instaurando una aún más fuerte.
La causa principal que llevó al fracaso de la Revolución Francesa fue la “compasión”. El sentimentalismo empático, sin un filtro crítico, condujo la llamada revolución de la libertad a la simple venganza. La empatía se volvió selectiva, beneficiando a unos pocos y desatendiendo a la mayoría.
La exportación de la Revolución Francesa a gran parte del mundo occidental no estuvo exenta de los mismos errores y desaciertos. La empatía selectiva se convirtió en el común denominador de todo movimiento social que se autodenominaba “revolucionario”. Los errores y abusos “jacobinos” de Robespierre se trasladaron a casi todo el mundo occidental. El llamado Siglo de las Luces, de la igualdad, fraternidad y solidaridad, comenzó entre las sombras y continuó entre ellas, pues su empatía selectiva nunca desapareció; incluso, se podría decir, que se multiplicó.
El populismo latinoamericano, como heredero de la Revolución Francesa, supo manejar por décadas el sentimentalismo empático selectivo como punta de lanza de sus promesas falsas. De la misma manera, el progresismo, como su nuevo heredero, también sigue los mismos preceptos, que no son más que caprichos abusivos que buscan privilegios en medio de una sociedad cada día más absorta hacia la manipulación empática de lo llamado “diferente”.
La historia de la Revolución Francesa nos enseña que, sin un análisis crítico y una aplicación justa de la empatía, los ideales más nobles pueden convertirse en la excusa perfecta para el abuso. La humanidad tiene que aprender de estos errores para no repetirlos. Se alcanzará la verdadera igualdad, fraternidad y libertad solo cuando la empatía sea genuina y universal, no selectiva y manipuladora.
No queda más que resistir el embate mediático de la empatía selectiva. Es necesario leer, pensar y escribir críticamente sobre estos temas. Solo así podremos desentrañar las verdaderas causas de los fracasos históricos y evitar repetirlos. Todavía estamos a tiempo para aprender de la historia y construir un futuro más justo y libre.

El autor es teólogo, escritor y educador.

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