jueves, agosto 15, 2024
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Ecos políticos de la visita de Lula da Silva

Al concluir una reciente e importante reunión entre los presidentes de Bolivia y Brasil en Santa Cruz —que fue considerada como el comienzo “de una nueva era de relaciones bilaterales” entre los dos países—, los dos mandatarios pronunciaron sendos discursos, haciendo conocer los alcances de los convenios firmados en la oportunidad y a la vez reiterando conceptos políticos de actualidad.

En particular, los dos mandatarios se refirieron a aspectos políticos del momento, como la cuestión de los golpes de Estado que se producen en la región y la necesidad de evitarlos. Al respecto, el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva afirmó: “No podemos tolerar insinuaciones. Tenemos la enorme responsabilidad de defender la democracia frente a los intentos de hacerla retroceder. En Brasil, al igual que en Bolivia, prevaleció un largo recorrido salpicado de golpes de Estado y dictaduras. Sin embargo, lo que se juzgó como el final del camino resultó ser un terreno movedizo. Bolivia no puede caer nuevamente en esa trampa”.

Resaltan las palabras del presidente brasileño en lo que se refiere a los golpes de Estado, por su carácter ambiguo. En efecto, en primer lugar, se observa que se refiere a una verdad abstracta de golpe de Estado, que sirve para para todo tiempo y lugar y requiere una explicación   específica sobre todos los fenómenos del desarrollo de la sociedad. La verdad sobre “golpe de Estado” en este caso, no es concreta y es solo aplicable a países en determinados momentos de su existencia. En un caso para hacer pasar a un país de una condición de dependencia a una de libertad o de cambio progresista, en comparación con otro con un régimen reaccionario que requiere evolución social. Ya que no diferenciar a un país en condición colonial y feudal, de un país nacional y democrático, es un salto atrás. Por otro lado, existen golpes de Estado reaccionarios, repudiables y golpes de Estado revolucionarios, que son una necesidad histórica.

Otro aspecto del discurso del mandatario brasileño anuncia el principio de “que debe aplicarse también en la integración regional. Cuanto más sólida sea la alianza, menos activa será para aquellos que practican la división”. Este enunciado es muy general, pues no puede haber unidad cuando está en desintegración una corriente política en el poder, que ya ha cumplido su ciclo histórico y cuyo destino político ya está definido. Efectivamente, en los procesos políticos de modernización de las naciones incipientes, la unidad solo existe cuando los pueblos se levantan y obtienen el poder. Es decir, solamente cuando persiguen objetivos y en cuanto éstos se cumplen y se agotan, se produce un cambio total de la situación. Y los pueblos que buscaban la unidad se dispersan y cada uno de ellos comienza a buscar beneficios por su lado. Así, las masas insatisfechas tienen sus propios objetivos y dejan de lado la antigua unidad.

Por tanto, la unidad es un asunto temporal y persiste mientras dura la conquista de los grandes objetivos y termina cuando éstos ya han sido conseguidos. Entonces los sectores sociales pueden plantear de nuevo el golpe de Estado y se dedican a conquistar sus objetivos particulares. Se busca nuevas formas de lucha, inclusive el golpe de Estado, hasta alcanzar las metas fijadas.

En los movimientos sociales contemporáneos no se toma en cuenta esa categoría social y por ello entran en decadencia, ante nuevas formas de lucha política, inclusive el golpe de Estado. El enunciado de unidad de Lula da Silva es, pues, abstracto y solo puede cumplirse en condiciones especiales. No sirve para todos por igual.

Es, por tanto, imprescindible salvaguardar a toda costa la independencia nacional y no intervenir en asuntos internos y, más aún, cuando los pueblos de los países atrasados se encuentran abocados a luchar para conquistar sus propios objetivos históricos, nacionales y democráticos.

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