En un estudio realizado en la Universidade Estadual Paulista, en Brasil, se demostró que cuando los individuos durmieron bajo el efecto de ese fármaco, se registró una disminución promedio del 25 % de las ocasiones en que se despertaron durante las noches, y de un 30 % del tiempo que se quedaron despiertos.
Un estudio realizado con 22 personas acometidas por la enfermedad de Parkinson demostró que el uso de un medicamento dopaminérgico (levodopa) mejora la calidad del sueño. A modo de comparación, cuando los participantes durmieron bajo los efectos de este fármaco, se registró una disminución promedio del 25 % de las ocasiones en que se despertaron durante las noches y de un 30 % del tiempo que se quedaron despiertos.
Esta investigación se llevó a cabo con el apoyo de la FAPESP y estuvo a cargo de científicos de las universidades Estadual Paulista (Unesp), en Brasil, y de Grenoble Alpes (UGA), en Francia. Los resultados del estudio se publicaron en el Journal of Sleep Research.
Fueron monitoreados los patrones de vigilia y de sueño de los pacientes con esta enfermedad durante cuatro noches, con la ayuda de un aparato denominado actígrafo (un sensor similar a un reloj pulsera que detecta movimientos). Se analizaron tres noches durmiendo bajo el efecto del fármaco y una sin la última dosis de la medicación. Curiosamente, y al contrario que en los resultados obtenidos con el apoyo de ese dispositivo, en el análisis subjetivo (el relato de los participantes) no se notó algún cambio en la calidad del sueño cuando fueron comparadas ambas situaciones.
“Este es el primer estudio en el cual se evalúan de manera objetiva [con aparatos] los efectos del medicamento sobre la calidad del sueño de los pacientes con la enfermedad de Parkinson y que se compara el resultado con el del análisis subjetivo. Pese a que el actígrafo muestra una mejoría en la calidad del sueño cuando el paciente durmió bajo el efecto de la medicación, los participantes en el estudio no notaron este beneficio. Esto es importante en lo que atañe a la atención clínica. Los médicos deben tener en cuenta estos resultados en la hora de decidir si deben o no dejar de administrarles la levodopa a sus pacientes por las noches”, afirma Fábio Barbieri, coordinador del Laboratorio de Investigaciones del Movimiento Humano (Movi-Lab) y del proyecto de extensión Activa Parkinson en la Unesp, en su campus de la localidad de Bauru.
Según el científico, la discrepancia entre los resultados del examen objetivo y del examen subjetivo no sorprende. “La percepción del paciente con Parkinson se ve perjudicada por la enfermedad. Como el promedio de despertares es de diez veces por noche, resulta comprensible que no note la mejoría. De allí la importancia de tener en cuenta los resultados obtenidos con el actígrafo”, subraya.
En la hora de decidir
El consumo de dopaminérgicos, tal como es el caso de la levodopa, es el tratamiento de primera línea contra los síntomas motores del mal de Parkinson, como los temblores característicos de la enfermedad. Éstos parecen estar relacionados con los despertares nocturnos, toda vez que el sistema dopaminérgico posee también un rol importante en la regulación del dormir. Se sabe que ocurren alteraciones sustanciales en los niveles de dopamina a medida que el cerebro progresa en el ciclo de sueño y vigilia, por ejemplo.
Si bien la medicación dopaminérgica pueda también mejorar la calidad del sueño, al acortar el período de latencia y el tiempo de despertar en las personas con el mal de Parkinson, está documentado que el tratamiento con levodopa puede potencialmente exacerbar los trastornos del sueño. Cabe remarcar que el consumo de este medicamento solamente debe concretarse mediante prescripción y orientación médica. Entre los potenciales efectos colaterales se puede mencionar la confusión, la somnolencia, el insomnio, las pesadillas, las alucinaciones, las ilusiones, la agitación, la ansiedad y la euforia.
De acuerdo con Barbieri, alrededor de un 90 % de las personas que padecen la enfermedad de Parkinson sufren trastornos como insomnio, somnolencia diurna y síndrome de las piernas inquietas, por ejemplo. Diversos estudios han demostrado que una mejor calidad del sueño está asociada a una mejor movilidad matutina y a una mejor cognición entre las personas con la enfermedad de Parkinson.
“Por eso fue tan importante que hayamos realizado este examen objetivo con la ayuda de aparatos. Era necesario contrastar efectivamente cuál es el impacto de este medicamento sobre el sueño. Y verificamos que dormir sin tomar la última dosis resulta peor”, afirma.
El dormir y la movilidad
El deterioro de la calidad del sueño también está relacionado con uno de los síntomas más incapacitantes de la enfermedad de Parkinson: el congelamiento de la marcha o bloqueo al andar, que consiste en la pérdida repentina de la capacidad de mover los pies y que puede provocar caídas.
Tras una revisión sistemática de 20 estudios, un grupo internacional de científicos observó que los pacientes con Parkinson que padecen el congelamiento de la marcha se despiertan en más ocasiones durante las noches, sienten una mayor necesidad de dormir durante el día y exhiben un déficit de movimiento de los ojos, que puede afectar el sueño REM, fundamental para el mantenimiento de las funciones cognitivas (lea más en: agencia.fapesp.br/51010).
En otro estudio a cargo del grupo de Barbieri se logró predecir, mediante la aplicación de inteligencia artificial y con base en parámetros de la variación al caminar, si el individuo padece la enfermedad de Parkinson, algo que podría ayudar en el diagnóstico y en el tratamiento de la enfermedad (lea más en: agencia.fapesp.br/40117).
En dicho trabajo, fueron evaluados parámetros como la longitud, la velocidad, el ancho y la consistencia del ancho del paso. Los datos recabados quedaron disponibles online para que otros grupos de investigación puedan utilizarlos… (Agencia FAPESP).