Una vez más el inocente, candoroso y engañado pueblo boliviano está obligado a observar otra repetida farsa digna de una representación teatral o de una función infantil de títeres.
Nos referimos a los procesos o actividades previas a la designación de nuevos leguleyos para el Poder Judicial.
Para tales nombramientos, a los postulantes se les exige la presentación de títulos profesionales, méritos (si tienen), honorabilidad (?) y otros rigurosos antecedentes.
En esa tramitación no figura públicamente el requisito que al final define todo nombramiento: el carnet y el aval del partido político que sabemos. Esa gran llave abre puertas grandes y pequeñas.
PESIMISMO
La psicología aconseja ver todo con optimismo y dejar a un lado el pesimismo, pero… conociendo casi todo lo que ocurre en nuestro país (rico sólo en recursos naturales), las dudas por una digna justicia son ya permanentes y parece que así será mientras existan leguleyos no muy probos, políticos y politiqueros “vivísimos” y el poder del gran dios que es el dinero.
LA FAMILIA
No se necesita haber estudiado en universidades bolivianas o extranjeras para saber que la causa principal para los males en la administración de justicia está nada menos que en la educación del hogar.
La escuela, el colegio y las universidades nada tienen que ver con el trilladísimo tema de las denuncias públicas de corrupción. Esas instituciones sólo instruyen, es decir, otorgan conocimientos, normas a seguir, leyes y hasta inculcan la Ética Profesional (je, je, je).
Esa ética desaparece si el profesional de las leyes proviene de un hogar donde sus progenitores son “muy vivos” (pícaros). Entonces, el descendiente seguirá ese mal ejemplo y verá su situación jerárquica sólo como un excelente negocio y no como un servicio a la comunidad.
Y si el leguleyo joven ha tenido la suerte de vivir en un hogar con padres honestos, será un profesional digno de respeto y admiración por pertenecer a una dignísima profesión, como es la del Derecho.
“ISMOS”
Países grandes y pequeños son víctimas de la corrupción. Capitalismo, socialismo, marxismo-leninismo, indigenismo y otros “ismos” nada pueden contra ese flagelo ya totalmente generalizado. Aquí sólo vale el “sinvergüencismo”, el “dinerismo”, el “dolarismo” y otros “ismos” (valgan los neologismos).
La ilegalidad, la injusticia y el autoritarismo político se imponen día a día en el mundo porque la mayoría de los mortales sólo busca el dinero. Ingenuo es el que cree lo contrario.
SUGERENCIA
Permítasenos una sugerencia, misma que podría (casi), aliviar en algo la gran ola de corrupción en la administración pública:
En vez de aparentar transparencia, legalidad y honestidad en las designaciones para el Poder Judicial (algo que ya nadie cree), habría que organizar una selectísima comisión de profesionales, empresarios y algunos ciudadanos honestos, todos ajenos a la militancia política, para que ellos investiguen las actividades públicas, políticas y hasta las relaciones humanas (ética), de familiares pertenecientes a los postulantes con más “muñeca” política para obtener cargos en la judicatura.
Sería muy triste recurrir a este recurso no muy noble; pero, la actual situación de podredumbre moral vigente en la política, así lo exigiría.
OBSERVADORES
Los ciudadanos honrados e ingenuos que legalizan todo acto eleccionario con su voto en las urnas, observan sonrientes el desarrollo de esta comedia de “selección” de postulantes. Y también están casi seguros de que posiblemente el remedio resulte peor que la enfermedad.
El autor es dibujante, escritor y periodista.