sábado, septiembre 7, 2024
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La Bolivia del futuro sin subvenciones

Sergio Pablo Garnica Pantoja

Se atribuye a Charles De Gaulle la frase “Brasil es el país del futuro y siempre lo será”. La parte optimista de la frase se fundamenta en los recursos naturales y el capital humano de Brasil, lo irónico del asunto es que nunca llegará a ser el país del presente, peregrinará por siempre como una promesa, al no encontrar el equilibrio entre sus factores de producción que le permitan dar el gran paso. Lo cierto es que la frase se puede parafrasear para toda América Latina y particularmente para Bolivia.
El augurio sarcástico de De Gaulle se entreteje con teorías de desarrollo económico, hoy nos concentraremos en la teoría de los subsidios como mecanismo de estímulo a la economía. En general, los subsidios son transferencias que realiza el Gobierno para ayudar financieramente a un sector de la población. Este beneficio puede ser de manera directa o indirecta; un ejemplo de subsidios directos son las subvenciones a los combustibles, que en Bolivia se remontan al 2004.
El diseño de las subvenciones debe cumplir al menos tres condiciones, primero tienen que ser sostenibles para las arcas públicas; segundo, no tienen que modificar el comportamiento económico de los beneficiados; y tercero, deben ser focalizados.
En el caso de la subvención a los combustibles, desde el 2010 el gobierno se dio cuenta que no eran sostenibles, cuando intentó el famoso “gasolinazo” y tuvo que recular. Hay que tener presente que la aceleración del fracaso se puede atribuir a la falta de una política de exploración e inversión en nuevos pozos, además de la incapacidad del gobierno de transitar hacia una matriz energética más limpia. Un elemento adicional y poco comentado es la imposibilidad de la economía nacional de generar empleo formal para los jóvenes, llevando a muchos de ellos a ver en el transporte público su única fuente de supervivencia. En efecto, de acuerdo con datos del Registro Único para la Administración Tributaria Municipal, los minibuses de servicio público pasaron de 9.284 en 2010 a 24.359 en 2023, lo que incrementó la demanda de combustibles.
El último elemento es un claro ejemplo de cómo una subvención mal planteada puede modificar el comportamiento de la población, pero no solo es la migración del factor trabajo entre actividades económicas, comportamientos más perniciosos son el contrabando de combustible y el paulatino asentamiento de creencias, es decir, pensar que el beneficio será para siempre, por tanto, lo descuentan de su estructura de costos y el día que no se cumpla arman tremendo “bochinche”.
Finalmente, el incumplimiento de la tercera condición retroalimentó el fracaso de esta política, pues se midió con la misma vara a los que usan el combustible como insumo (sector productivo y servicio público) y para los que representa un gasto (transporte privado), y dentro de este último grupo, los que tienen un auto de menor cilindrada con los que tienen autos de lujo.
Ahora la incompetencia del gobierno no deja de sorprender, al lanzar a la población hacia un referéndum sobre la subvención, que nada resolverá y de la que posiblemente gane no levantar el beneficio, por las creencias asentadas y por la gran parte de la población que no la necesita, pero se beneficia de la misma.
Una subvención bien diseñada puede ayudar a un sector vulnerable de la población, y en cierta medida es una política pública que se justifica al cumplir un fin social. Pero el objetivo tiene que ser un beneficio que ayude a la economía a transitar hacia un equilibrio entre su potencial y el uso de sus factores productivos.
¿Cuál debería ser la preocupación de este gobierno y del futuro? La discusión no debería estar en torno a la subvención, sino más bien, sobre cómo aumentar los ingresos de la población, cómo generar las condiciones para que tu economía cree empleo. Con el tiempo, con una población con capacidad de ahorrar e invertir y mejores condiciones de vida, la Bolivia del futuro no necesitará de subvenciones y dejará de peregrinar como eterna promesa.

El autor es Analista económico y financiero.

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