viernes, octubre 11, 2024
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Arroz que se escabulle

Severo Cruz Selaez

Quienes hicieron de Bolivia su feudo, para colmar apetitos particulares, continúan enfrascados en cosas menudas e insignificantes, sin tomar en cuenta el presente catastrófico. En peleas internas, reales o montadas. En marchas y contra marchas, que marcaron caos y retroceso. Estilando, además, amenazas e intimidaciones a la población que anhela paz y producción, en democracia.
Mientras tanto, más de once millones de bolivianos, entre orientales y occidentales, soportan las penurias económicas, provocadas por los gobiernos de turno. Inmersos en la zozobra e incertidumbre, debido que el arroz se escabulle, el diésel no abastece, el dólar se esconde, el boliviano perdió su poder adquisitivo, el pan de batalla reducido en su tamaño y peso, la baja producción de pollos por falta de incentivos, la caída en la producción de soya, a raíz de factores como el cambio climático y la sequía, que ocasionaron la paralización de operaciones de la agroindustria.
Todo ello ocurre cuando nos aprestamos a celebrar el bicentenario de Bolivia. Los bolivianos asistirán a ese acontecimiento, el próximo año, con un dejo de frustración. Pero quienes resultarán ganadores, en esta coyuntura tan caótica, serán los que practicaron política a tiempo completo en este tiempo. Y los que se enriquecieron con recursos fiscales. Posiblemente también ciertos “dinosaurios” que creen ser los “salvadores” de Bolivia, quienes incentivaron la angurria por el Poder, el afán de medrar y hacer exhibicionismo, pese a la “cola de paja” que tienen.
Se impone, ciertamente, el mundo al revés. Se prioriza, en consecuencia, la política, menos la canasta familiar. La confrontación, menos la paz social. El retroceso, menos el avance. La pobreza, menos el bienestar. La mentira, menos la verdad histórica. El servilismo, menos la dignidad. La agresión a periodistas, menos la libertad de expresión.
En el panorama político actual se observa, con claridad, dos corrientes, muy bien definidas, en el país. La primera identificada con la empresa privada y la otra contraria a ella. Dos opciones antagónicas, desde siempre, que jamás podrán converger en torno a un objetivo unificado, por el bien común. El régimen que impera desde el 2006, nunca ha coincidido ni coincidirá con las inquietudes, de aquella. Posiblemente haciendo eco de la idea de Lenin que, en 1917, arengó a sus seguidores para acabar, de inmediato, con la propiedad privada. “El Estado –en este sistema– es el dueño de los medios de producción y como para actuar en la vida social, debe hacerlo por intermedio del gobierno, éste es el que tiene en sus manos la economía”, sostuvo Benjamín Miguel (*). La población boliviana soporta, ahora más que nunca, las consecuencias de esa situación de incomprensión y tozudez.
En suma: es necesario e imperioso que los políticos se despojen de sus intereses particulares y tendencias ideológicas para construir un destino mejor.

(*) Benjamín Miguel: “Ideología y liberación”. Impreso en Unión Gráfica Ltda., Bogotá, sin fecha ni año. Pág. 42.

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