En época de la UDP, se hacía fila por una marraqueta. Ahora se hace fila por una arroba de arroz. La historia se repite, de una u otra manera, provocando incertidumbre en la población. Gobiernos, de tinte izquierdista, resultaron siendo responsables de esa situación. Gozaron, en su tiempo, del respaldo popular, pero mostraron falta de tino o incapacidad para reconducir los destinos nacionales, con estabilidad económica, en particular. Se extraviaron en los vericuetos de la demagogia, con el afán de perpetuarse en el Poder. Tuvieron miedo de asumir medidas radicales, cuidando la imagen y el discurso político ideológico. No quisieron ser estigmatizados, como impopulares. Y el resultado de todo ello es el desastre nacional. Es el legado funesto de aquéllos.
La pobreza, en ese marco, tiende a expandirse, a raíz de la crisis económica, social y política. “Bolivia se encuentra en un tercer lugar en pobreza a nivel Sudamérica, lo que quiere decir que aproximadamente 4 de cada 10 habitantes de nuestro país son pobres”, señaló, hace poco, el presidente del Colegio Departamental de Economistas de Tarija, Fernando Romero (*). He ahí una realidad, donde los menos favorecidos, que son muchos, no podrán satisfacer sus necesidades básicas, por la subida del costo de vida. Debido que el boliviano ha perdido su poder adquisitivo, como secuela de las indecisiones del Gobierno de turno.
En esta coyuntura, se debería mitigar la pobreza, obviando, en particular, el discurso electoral oportunista y mezquino. Aunando esfuerzos y voluntades, en la perspectiva de construir una Bolivia diferente, para vivir mejor. El desencuentro político ideológico no permite esa posibilidad. Que los privados, en coordinación con los públicos, intervengan en esta cruzada, aumentando la producción, atrayendo divisas, generando empleo, abasteciendo con productos al mercado interno. Queremos un país democrático, con libertad de empresa y no un país conculcador de ella.
Que la suspicacia no cause confrontación, que se imponga la unidad nacional. Que orientales y occidentales lleven sus aguas al molino de la Patria, ratificando su vocación de servicio a ella, con desprendimiento y apego. Desechando regionalismos y sin estigmatizar a los bolivianos. Con estas actitudes se podría salvar a Bolivia y no con arengas demagógicas, divisionistas y de subestimación. Se requiere unidad, para vencer la adversidad.
Los nuevos ricos, conocidos también como vástagos inescrupulosos del actual sistema, están exentos de toda penuria económica. Es que medraron, hasta el hartazgo, con recursos fiscales, en los últimos tiempos. Pese a ello, algunos “dinosaurios” continúan, en la actividad política, tratando de conseguir ciertos cargos públicos, para seguir succionando al Estado.
En suma: quienes detentan el Poder, deberían despojarse de sus intereses particulares y entregarse a la tarea de mitigar la pobreza.
(*) “Sube la pobreza en Bolivia debido a crisis económica, social y política”. EL DIARIO, La Paz – Bolivia, 9 de octubre de 2024.