La población japonesa está llamada a las urnas hoy para votar en unas elecciones parlamentarias anticipadas en las que el nuevo primer ministro, Shigeru Ishiba, busca recibir el respaldo de la ciudadanía y asentarse en el cargo, apenas un mes después de imponerse en las primarias del gubernamental Partido Liberal Democrático (PLD) y beneficiado por la dimisión de Fumio Kishida, para allanar el camino de su sucesor.
Aunque la Constitución japonesa estípula que es el emperador quien, con el consejo de la Dieta (el Parlamento), nombra al primer ministro, en la práctica y tras la Segunda Guerra Mundial el jefe de Gobierno siempre fue el dirigente del partido político con mayor representación parlamentaria. El PLD, también conocido como Jiminto por su abreviación en japonés, fue el partido que gobernó en Japón desde mediados de siglo XX.
El mandato de Kishida estuvo marcado por casos de corrupción y el enigma en torno al asesinato del exprimer ministro, Shinzo Abe y sus vínculos con la Iglesia de la Unificación. El asesino confeso del exmandatario, Tetsuya Yamagami, reconoció haber actuado, movido por el rencor contra la organización religiosa, que habría presionado a su madre para donarle grandes cantidades de dinero, provocando la ruina de su familia. El asesino consideraba que Abe había beneficiado a la institución.
Tras estos episodios, la popularidad de Kishida y del PLD cayó en picado, y no fue hasta el pasado mes de julio cuando el partido comenzó a remontar en las encuestas. En la actualidad, los sondeos conceden a oficialismo en torno al 45 por ciento de los votos. Sin embargo, ningún partido opositor fue capaz de capitalizar el desencanto con el PLD y tan solo el Partido Democrático Constitucional (PDC) consigue superar el umbral del 20 por ciento de los votos.
Estos porcentajes se traducirían en que el PLD conseguiría en torno a 200 diputados, mientras que el PDC, en el mejor de los casos, se haría con 150 escaños. El resto de los 465 asientos de la Cámara de Representantes se repartiría entre el derechista Partido de la Innovación de Japón (NIK), en torno a un 10 por ciento de los votos y 30 diputados, y el budista Nuevo Komeito, sobre un siete por ciento y 20 escaños.
GANAR NO ES SUFICIENTE
La Cámara de Representantes de Japón se reparte con un sistema de votación paralela, en el que 289 miembros son elegidos en circunscripciones uninominales mediante votación por mayoría relativa, mientras que los 176 diputados restantes se eligen en 11 circunscripciones plurinominales mediante representación proporcional.
Este escenario otorga la victoria al PLD aunque sin mayoría, obligándole así a pactar con otras formaciones de la Dieta nipona para garantizar su gobierno. Por tanto, Ishiba vería frustrado su intento de dar un golpe en la mesa apenas un mes después de ascender al Gobierno y daría alas a Sanae Takaichi, su rival en las primarias y que aspira a ser la primera mujer en la historia de Japón en ejercer las funciones de primer ministro.
Ishiba llegó a reconocer que las elecciones son “extremadamente duras” y el PLD se enfrenta a “vientos en contra sin precedentes”. En los últimos días de campaña electoral, desde la formación prometieron “fortalecer las políticas de seguridad, las medidas económicas y las políticas de crianza para que la gente pueda vivir en paz”.
Por contra, desde el PDC optaron por poner el foco en la “situación de crisis” por la que atraviesa la política japonesa, provocada principalmente por el partido gobernante. Por otro lado, advirtieron del envejecimiento de la población y la falta de financiación del sistema sanitario y han propuesto “trabajar juntos para reconstruir la política del país”. (Europa Press)