Hay una marcada indiferencia con Bolivia, que está en riesgo de caer, por la crisis económica, política y social, al precipicio. Quienes medraron a título de ella, en épocas inclusive del “milagro boliviano”, ahora se hacen de la “vista gorda”. Le “echan leña al fuego”, buscando salir con las suyas. Tratan de vender humo, con fines particulares. La población toma nota de tales despropósitos y, en las urnas, dará a conocer sus objeciones, el año venidero.
Mientras se eleva el costo de vida, frustra los sueños de un futuro mejor de la ciudadanía, inmersa en la perplejidad. Quienes decían defender a los pobres, o representarlos, ahora asumen actitudes displicentes, permitiendo la escasez y carestía de artículos esenciales de la canasta familiar. Se suma a esa realidad, la pérdida del valor adquisitivo del boliviano.
Parece que no hubiera fuerza suficiente, en las autoridades, para poner coto al caos político, que ha coartado la libre circulación en las carreteras, con nefastos resultados, no solo para el Estado, sino para el sector privado. El objetivo sería paralizar la economía nacional, a fin de acortar el mandato constitucional del gobierno. Asimismo, el adelantamiento de las elecciones. Presumen de “salvadores”, de la Patria los que, obedeciendo instrucciones de cierto personaje, mantendrían el bloqueo de caminos hasta sus últimas consecuencias, pese a que todo ello va en desmedro del bien común. Las carreteras, en algunos puntos del territorio nacional, donde están los radicales, están cubiertas con piedras, troncos, tierra y otros materiales. Con estas actitudes solo se destruye el legado de nuestros mayores. “Aún pediré otro premio a la Nación: el de no destruir la obra de mi creación”, reiteró el gran mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre.
Aquellos grupos se han alejado de la convivencia civilizada. Prueba de ello es que sus medidas, repudiadas por la mayoría, reflejan el rostro de la barbarie, que provoca incertidumbre y confrontación entre bolivianos. Contribuyen, en una coyuntura de crisis económica, que provocaron los gobiernos de los últimos tiempos, a profundizar el hambre. Con grandes pérdidas económicas para los privados, o entidades formales, que cumplen, sagradamente, con sus tributos y aranceles al Estado. Que generan, pese a la falta de dólares y la insuficiencia del diésel, empleo, digno y seguro, que tanta falta nos hace, para sobrellevar la adversidad económica.
El país está a punto de paralizarse, debido a problemas sectarios. Los bloqueos no reflejan reivindicaciones de la población, sino intereses particulares. Una situación que tiende a tocar fondo, por los resquemores que surgen día tras día. Surgen actitudes de presión, para medir fuerzas en las lides políticas. A quienes asumen tales acciones, no les interesa el destino nacional, sino sus intereses. Obedecen consignas sectarias, ruines y oscuras.
En suma: los políticos deberían despojarse de sus intereses particulares y priorizar el objetivo nacional. No importa su tendencia ideológica.
Una marcada indiferencia
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