La orientación de alma y cuerpo: Todo se concierta en el Poder Celestial, que armoniza. Purificados nuestros propios vínculos existenciales, la filiación se enraíza y congrega, bajo los pulsos del cariño y el respeto a las pausas. Así, cada latido viviente, forma y conforma el reino de la poesía, sin poderes. Los mejores médicos, pues, son: el doctor poeta y la doctora alegría.
I.- LA NOCHE INCIERTA DEL SENTIDO, Y DE LAS COSAS DE LA VIDA
Nada es para no ser existencia, hasta en el ocaso se irradia luz, para aclarar las sendas oscuras; lo benigno es sentirse humano: enhebrar el amor, amar mucho.
Hacerse y rehacerse es revivir, tomar respiro y retomar pasos, verter energía y vencer vicios, buscar y rebuscar el quehacer, que eso es ser persona íntegra.
El Señor es nuestra respiración, la voz que gime en el desierto; necesitamos concebir y vivirle, abandonar cualquier desánimo, para permanecer en su Palabra.
II.- TEME AL SEÑOR, TU DIOS, Y OBSERVA TODOS SUS MANDATOS
Somos obra del amor glorioso. Jesús es la verdad y la bondad, el itinerario que nos reconduce, sólo hay que quererle y querer: a plena donación y sin reservas.
A Dios no se le ve con los ojos, ni con el vislumbre de la carne, se le vive por la contemplativa; espera nuestra llamada interna, no se desespera y nos escucha.
Abrazados a la cruz Redentora, acabarán los llantos mundanos, se abrirá un alegre firmamento, que nos cicatrizará de aleluyas, signo de su laurel sobre el mal.
III.- SEDUCIRÁS A TU PRÓJIMO Y LO TENDRÁS PRÓXIMO POR SIEMPRE
Nadie como nuestro Salvador, se ha visto atraído por el celo, hacia todas las criaturas vivas, hasta el extremo de abandonar el trono de su Padre para venir.
Tomó cuerpo para ser donante, lo forjó como uno de nosotros, siempre en guardia para servir, con un germinar de sí mismo, para adherir al amado consigo.
Es el amor el que nos concilia, y reconciliados nos avenimos, fraternizándonos mutuamente, pues no se puede amar a Dios, si antes no vamos hermanados.
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