La ciudadanía observa con complacencia que el presidente Luis Arce se aleja de Evo Morales, pero, mientras amenaza el primero al segundo con la cárcel, por ser acusado por los delitos de estupro y trata y tráfico de personas, el otro ha bloqueado caminos por más de veinte días. De esta manera, el caudillo cocalero ha cometido una masacre colectiva, dejando a varias poblaciones con escasez de alimentos e incomunicadas. Sin embargo, ese enfrentamiento entre Arce y Morales solo sería en apariencia, con el objetivo de seguir con el “proceso de cambio”, no obstante que, al final, la situación del país no ha cambiado para bien, sino todo lo contrario.
Se podría agregar que, en esa forma, con el traspaso de gobierno en el Palacio Quemado, en 2020, asumió el poder Luis Arce, pero no se cambió el sistema reaccionario anterior, que con Evo Morales se prolongó más de 15 años y condujo al país a la debacle. En consecuencia, el distanciamiento entre Arce y Morales sería teatral, pues en casi 20 años de gobiernos masistas no fueron resueltos los grandes problemas que causan la calamidad que vive hoy Bolivia. Ellos no han mostrado voluntad para acabar con una crisis económica, política y social desapiadada.
Los problemas sin solución son numerosos; basta citar la escasez de alimentos, que se produjo por el abandono a la agricultura durante quince años. Peor aún, al haber dictado el masismo medidas catastróficas, desde resoluciones ministeriales y decretos, hasta en la misma Constitución Política.
Es conocido que la agricultura boliviana se ha hundido por la actual política agraria del triple sexenio masista. Ahora apenas son producidos alimentos para consumo individual de los agricultores y tal vez ni siquiera eso. Esa catástrofe es cubierta con el contrabando de alimentos y las compras de esos productos por parte del Estado y comerciantes privados. Sin esas adquisiciones, el pueblo boliviano estaría pasando por hambruna.
Pero ese gigantesco problema no es percibido por el gobierno y menos por organismos encargados de resolverlo, como el Ministerio de Tierras y otros. Ya está avanzado el año agrícola y autoridades del rubro no han movido ni un pelo para resolverlo. Al contrario, los fondos que se invierte en el campo son como echar agua en la arena. Por ello el año agrícola ya empezado puede terminar en fracaso y aumentar el hambre popular, cuando el Estado Plurinacional no tiene suficientes dólares para cubrir el déficit de alimentos.
Por otro lado, el Misterio de Tierras sigue haciendo inversiones inútiles en el medio rural. Por ejemplo, gasta unos 150 millones de dólares de un crédito llamado Áreas Rurales en lo que queda del año; ofrece a algunos campesinos un seguro para cubrir sus necesidades personales, en vez de darles aperos de labranza, semillas importadas y otros. Según datos no oficiales, en el año que termina el gobierno invirtió unos 500 millones de dólares o más en el campo, para proyectos sin utilidad. Pero no puso ni un dólar para solucionar el problema agrario, por lo que el país hasta puede dejar de producir papa.
Política: enemigos de día, amigos de noche
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