jueves, noviembre 21, 2024
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Manfredo Kempff Mercado (A 50 años de su partida)

Manfredo Kempff Suárez

Manfredo Kempff Mercado nació en la entonces polvorienta aldea que era Santa Cruz de 1922, en una vieja casona que se conserva frente a la Plaza de Armas y que, durante años, fue propiedad de su abuelo don Nemesio Mercado, hijo del filántropo José Mercado Aguado y nieto del coronel José Manuel Mercado, el “Colorao”, combatiente de cien batallas, primer y efímero gobernador de la Santa Cruz independiente. Su niñez, como la de sus hermanos Rolando, Enrique, Noel y Nelly, fue de una educación esmerada y rígida, vigilada por su madre doña Luisa Mercado Dermit, y, sobre todo, por su padre, el alemán-alsaciano Francisco Kempff, prestigioso médico egresado de la universidad de Estrasburgo.

La familia adquirió una casa que se encuentra en la esquina de las calles Sucre y Chuquisaca, donde los hermanos Kempff pasaron parte de su juventud y donde nací yo. Papá hizo sus estudios, como tantos cruceños, en el Colegio Nacional Florida, de donde egresó muy joven y se convirtió en profesor de alumnos que tenían su misma edad. Con apenas 21 años egresó como abogado de la Universidad Gabriel René Moreno, profesión que apenas ejerció, porque, apasionado por la filosofía, dedicó su interés a reflexionar sobre el mundo y el ser. Leyó a los grandes pensadores de la humanidad y hasta “descubrió” al talentoso filósofo cruceño Mamerto Oyola Cuéllar, sobre quien escribió un valioso ensayo, dando a conocer a Oyola fuera del terruño.

Casado con mi madre, Justita Suárez Montero, partió al poco tiempo a La Paz, donde Roberto Prudencio y el español Augusto Pescador, habían fundado la Facultad de Filosofía en la universidad paceña. De la tierra calurosa y bullanguera, de su niñez y juventud carnavalera, se trasladó a un mundo nuevo, frío y formal, donde se relacionó con la intelectualidad más importante de entonces en el campo de la ciencia filosófica. Con su ansia por la especulación de las ideas y su amor por la cátedra, llegó, antes de cumplir los 30, a ser sub decano de la facultad naciente.

No obstante, como sucede en Bolivia, la política lo tentó y obtuvo el escaño de diputado por Santa Cruz en las elecciones de 1951, victoria electoral que se le negó a Paz Estenssoro y el presidente Urriolagoitia decidió transferir el poder a una Junta Militar. Mi padre quedó sin su banca, pero, sin embargo, fue designado, por el nuevo gobierno, como embajador en la UNESCO en París.

Esa fue una triste historia porque mientras papá, mi madre y mis dos hermanos viajábamos en un barco francés rumbo a Europa, la Junta Militar fue derrocada por el MNR y eso resultó lo mismo que se hubiera hundido en alta mar nuestro lujoso paquebote. El profesor Manfredo Kempff quedó sin cargo, sin sueldo y sin gastos para retornar. Debió vender sus pocos bienes en Bolivia para embarcarse de vuelta en un modesto vapor español, donde todo el día se escuchaban pasodobles y se comía paella.

Llegar a la Bolivia revolucionaria no fue sencillo para el joven profesor, que, aún sin relieve político destacado, fue detenido, por pocos días, en el Panóptico de La Paz y en cuanto lo liberaron se asiló en la embajada de Brasil. Papá pasó dos años en San Pablo, dando cátedra de Filosofía Latinoamericana en su universidad. Luego optó por viajar a Santiago, donde obtuvo contratos en el Pedagógico de la Universidad de Chile, tomando diversas cátedras, donde brilló y dejó un muy grato recuerdo por su oratoria contundente y clara. Allí escribió cinco libros de filosofía, tan importantes que algunos siguen siendo textos de estudio en Chile.

La vida fue muy dura en el exilio, con tres hijos que educar, pero papá tenía un carácter o muy sereno o fatalista, porque nunca le faltó el humor. En los diez años que pasó en Chile jamás lo oí quejarse y siempre apostaba al pronto retorno a la patria, sin el menor resentimiento. Además, tenía un sostén enorme que era mi madre, que lo colaboró en todo, que nunca exigió nada, y que, por el contrario, además de atender la casa, trabajaba. Sin ella, su vida habría sido muy penosa.

El regreso al país sucedió con el acceso del general Barrientos al poder y la caída del MNR. En representación de su partido (PSD) ganó la primera senaduría por Santa Cruz, curul que esta vez ocupó. Fue dos veces presidente del Senado y su carrera política concluyó con el golpe militar que encabezó el general Ovando contra el presidente constitucional Luis Adolfo Siles. Trabajó arduamente como constituyente en la Convención de 1967, pero, al aprobarse la creación de las universidades privadas, fue expulsado de la UMSA junto al senador opositor Jorge Siles Salinas, ambos señalados como “reos de lesa cultura”. Sin embargo, tiempo después, ingresó en la Academia Boliviana de la Lengua.

Retornó a Santa Cruz y en la “René Moreno” impartió la cátedra de Filosofía del Derecho hasta su prematura muerte, presa de un cáncer, a los 52 años, cuando hubiera tenido por delante mucho tiempo para la producción filosófica y para la formación de jóvenes interesados en la cultura, de lo que hoy carecemos, lamentablemente.

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