Hasta dónde llegan las contradicciones y el cinismo presidencial, al hablar de ser la mejor economía de la región, del proceso de industrialización, de sustitución de importaciones y tener la menor inflación, a no hay combustibles por razones climáticas, o a que no se cuidó la nacionalización. Volviendo a la palestra, anunciando que “las amas de casa van a sonreír cuando vayan al mercado” y el elogio a su modelo económico, social, comunitario y productivo en su intervención en la reunión del G20 en Brasil.
En marzo de este año, el docente en economía, a modo ensalzar su política de bolivianización y de tapar su ineptitud por la falta de divisas, dijo que los niños de hoy “no conocen el dólar”, a diferencia de los mayores de 30 años que, “quizás recibían sus recreos, sus mesadas en dólares”, lo que contradictoriamente representa un elogio al neoliberalismo por parte de un pseudo zurdo, momento en el que él era funcionario del Banco Central.
En los últimos dos fines de semana, mi sobrina de 11 años preguntó ¿por qué no simplemente se imprimen más billetes? A lo que se le explicó la relación entre la masa monetaria con la cantidad de bienes y servicios disponibles en la economía y la inflación.
Notándose que el tema había calado profundo, el siguiente fin de semana, –entre tanto el hijo del presidente recibía de manera irregular casi 20.000 litros de diésel, mientras que los choferes debían hacer 3 días de cola en los surtidores–, comentó con mucho sentimiento que, la inflación estaba golpeando duramente su economía. Puso el ejemplo de que hace no mucho tiempo (año y medio o dos) se podía comprar un Pilfrut en 50 centavos, después, de manera repentina subió a 1 boliviano, ahora está a Bs 1.50.
Explicó que, hasta hace unos meses, con 5 bolivianos ella podía comprar en su colegio un pastelito de queso de 4 bs y 1 vaso de soda de 1 Bs. Ahora el pastelito cuesta 5 Bs. Las galletas que antes costaban entre 2.50 y 3 bolivianos ahora cuestan a Bs 4.
Hace poco los gremiales de La Paz han salido a manifestarse en contra de la inflación, su secretaria general declaró preocupada, poniendo como ejemplo que una cajita de chicles que costaba 22 bolivianos ha pasado por los 40 y ahora está en 76. Se cuestionaba, con ese costo, debemos vender a 1 boliviano la unidad para poder ganar. Pero no es lo único, ya que a esos incrementos se adhiere el desprecio de los compradores, tratándoles incluso de rateras.
Añadió, prácticamente todos los productos que se transan son importados, siendo los mayoristas los que incrementan de manera exorbitante, lo que tiene que ser traspasado al comprador. El problema es que las ventas han bajado, al punto que hay productos que ya no salen.
A eso se suma que los ilegales se asientan donde quieran, sin que la guardia municipal les diga algo, convirtiéndose en una competencia desleal, ya que sus puestos de venta tributan patentes y se les impide deambular, por lo que deben aguantarse, ya sea que llueva o haga frío, ya sea que vendan o no, siendo su única fuente de ingresos, pues dependen de la venta del día.
Otra compañera acota: “Señor Presidente de la República, ¡BASTA! Ya no nos mienta, hable con la verdad en la mano, mire que la canasta familiar está por las nubes, usted no sufre porque todo tiene alcanzado, en cambio la gente del comercio minorista, un día que no vendemos, no comemos, y detrás de nosotros hay una familia, póngase la mano al pecho. ¡Basta de engañarnos! ¡Basta de decir: estamos bien! ¡Que hay diésel, que hay todo! ¡Es MENTIRA, señor Presidente!”. Estas palabras expresan el sentir de los bolivianos.
El autor es economista.