En las vastas tierras de la Chiquitania boliviana, dibujos o bocetos grabados en rocas, cavernas o cuevas, dan testimonio de la forma de vida de los primeros habitantes del lugar. A este tipo de expresiones se les conoce como arte rupestre y, aunque para algunas personas puede parecer algo sin importancia, se trata de las manifestaciones artísticas más antiguas de las que se tiene constancia.
En el caso de Roboré, en Santa Cruz de la Sierra, un equipo interdisciplinario de la Sociedad de Investigación del Arte Rupestre de Bolivia (Siarb), junto a expertos en arte rupestre, arqueología y conservación, trabajaron en la documentación, preservación e interpretación de estos vestigios. Liderados por Matthias Strecker (alemán), Freddy Taboada y Pilar Lima (de Bolivia), ellos buscan proteger estos lugares ya que la degradación natural, el vandalismo y los devastadores incendios forestales amenazan estas piezas de arte primitivo.
El proyecto que llevan adelante estos investigadores comenzó en 2019, cuando los incendios forestales de ese año pusieron de manifiesto el grave peligro que corrían estos sitios arqueológicos. Freddy Taboada, presidente de la Siarb, señala que, si bien los estudios sobre el arte rupestre en Bolivia datan de décadas atrás, la conservación ha sido descuidada, y muchos de ellos carecen de gestión alguna. El caso de 90 sitios en Roboré, es alarmante. “Están expuestos a las inclemencias de la naturaleza y necesitamos que las autoridades, desde el gobierno local hasta el central, comiencen a gestionar este patrimonio”, sugiere Taboada.
Aunque el equipo utiliza recursos disponibles para registrar y documentar los hallazgos, faltan mayores implementos tecnológicos, lo que limita los análisis más exhaustivos. Mientras otros proyectos en Latinoamérica, emplean tecnologías digitales avanzadas para el registro y análisis, en Bolivia se sigue utilizando métodos manuales que no permiten estudios tan detallados. “Este arte rupestre tiene un gran valor cultural, científico y económico, pero no se le está dando la importancia que merece”, lamenta Taboada.
El trabajo de campo en Roboré ha sido monumental. Desde el inicio, los expertos sabían de la existencia de al menos 44 sitios rupestres documentados superficialmente. Matthias Strecker, coordinador del proyecto, explica que, “al comenzar la investigación solo había algunas fotos y dibujos. En los últimos cinco años, hemos documentado 93 sitios, lo que representa un avance significativo”. Sin embargo, el trabajo de conservación y la administración a largo plazo siguen siendo tareas pendientes.
Los expertos también han tenido que enfrentarse a la falta de recursos para establecer la data precisa de las pinturas, una tarea ardua que requiere tecnología avanzada y apoyo científico. Pilar Lima, arqueóloga, detalla que se enviaron muestras para análisis de data a laboratorios internacionales, pero los costos son elevados y el proceso es lento. “Hemos logrado avanzar y establecer que algunas de las pinturas podrían tener hasta cinco mil años de antigüedad, lo que implica una conexión cultural con regiones tan distantes como Brasil”, desvela.
A pesar de las dificultades, los avances en la investigación han sido asombrosos. La diversidad de las figuras antropomorfas, que incluyen escenas de guerra, actividades cotidianas y una variedad de estilos, indican una compleja interacción entre diversos grupos. Strecker subraya que se ha identificado al menos 20 tipos diferentes de figuras, lo que sugiere una multiplicidad de tradiciones artísticas. “Las representaciones de guerreros, con lanzas y hachas, son una novedad en Bolivia. Nunca antes se había documentado una escena de combate en pinturas rupestres prehispánicas”, afirma.
Uno de los hallazgos más sorprendentes ha sido la identificación de al menos seis fases pictóricas en un solo sitio, lo que sugiere que las pinturas fueron realizadas en diferentes momentos, a lo largo de siglos. Este descubrimiento ofrece una ventana a la evolución de las tradiciones culturales de la región y refleja no solo un arte en constante cambio, sino un contexto social y político complejo. “Encontramos escenas de combates, representaciones de guerreros marchando en filas, lo que nos permite vislumbrar aspectos que no habíamos imaginado”, agrega Strecker.
El análisis de los materiales también ha revelado una fascinante conexión con otras regiones de Sudamérica. La presencia de ciertas técnicas y estilos de grabados en sitios de Roboré ha llevado a los investigadores a especular sobre la interacción cultural entre poblaciones de la Chiquitania, el Pantanal brasileño y otras áreas. Lima señala que los hallazgos podrían contribuir a una mejor comprensión de los movimientos migratorios y las redes de intercambio cultural en la región.
A pesar de los impresionantes descubrimientos, el equipo de investigadores se enfrenta a una realidad inquietante: el arte rupestre de Roboré corre un riesgo permanente si no se toman medidas urgentes de conservación. Strecker y Taboada enfatizan que la falta de acciones concretas para la protección de estos sitios es uno de los mayores obstáculos. Aunque la Gobernación de Santa Cruz ha intentado intervenir, las soluciones propuestas suelen ser superficiales y carecen de una visión a largo plazo. En uno de los casos, la creación de una infraestructura sin planificación adecuada resultó un fracaso.
Así ocurrió en la cueva Juan Miserendino, situada en Santiago de Chiquitos, a 22 kilómetros de Roboré, se instalaron rejas que no impidieron el paso de personas que vandalizaron la zona con grafitis. Como parte del proyecto de conservación, Taboada lideró un equipo que logró limpiar 120 de dichas intervenciones en el sitio.
Ante esta situación, el equipo de la Siarb aboga por un enfoque de gestión integral, que involucre a las comunidades locales en la protección de su patrimonio, y contemple la creación de un marco legal adecuado para la conservación del arte rupestre; asimismo, que permita el desarrollo de un turismo sostenible. A largo plazo, se espera que los descubrimientos de Roboré no solo enriquezcan el conocimiento académico sobre las culturas prehispánicas, sino que también contribuyan a un reconocimiento global del valor cultural de la región.
En ese contexto, Taboada destaca la importancia de un enfoque multidisciplinario en el estudio y conservación del arte rupestre. El equipo está formado por expertos en arqueología, iconografía y conservación, con un enfoque particular en el análisis de piedras y pigmentos, algo que no se había realizado anteriormente en Bolivia. Para ello, se seleccionó 14 sitios y subsitios para estudiar la composición química y física de las rocas mediante técnicas avanzadas, como rayos X.
Uno de los problemas más graves para la conservación es el ambiente, ya que factores como la lluvia, el calor y la actividad microbiana afectan sistemáticamente las pinturas rupestres. Las lluvias disuelven sales que deterioran la piedra, y las fluctuaciones de temperatura hacen que la pintura se agriete. Sin embargo, Taboada explica que la mayor amenaza para el arte rupestre es la actividad humana: incendios forestales, apertura de caminos, grafitis y la extracción ilegal de piezas. Para enfrentar estos desafíos, se está elaborando fichas técnicas y un Plan de Manejo que se presentará a las autoridades locales y comunidades, con el objetivo de establecer normas para la preservación del patrimonio.
Uno de los hallazgos más preocupantes es que los incendios han dañado las pinturas al dejar una capa de carbón sobre ellas, que, al descomponerse, libera sales que destruyen la pintura. En el caso de la Cueva Juan Miserendino, en Santiago de Chiquitos, el turismo descontrolado ha llevado a la vandalización de las pinturas, lo que resalta la necesidad de establecer una administración y educación adecuada sobre la conservación.
PLAN DE MANEJO
Como parte del proyecto, los especialistas proponen un Plan de Manejo, el cual aún está en fase inicial. La Siarb ha tenido reuniones con alcaldías y comunidades para promover la conciencia sobre la importancia de la conservación del arte rupestre, como lo señala Taboada. La legislación boliviana protege el arte rupestre, y la gestión de estos sitios deben estar en manos de las autoridades locales en colaboración con las comunidades indígenas. A pesar de los avances en los planes de manejo de la Alcaldía de Roboré y la Gobernación de Santa Cruz, estos no son específicamente adaptados al arte rupestre, lo que hace necesario el desarrollo de planes especializados. Con ese objetivo, a corto plazo se organizó seminarios y talleres, ya que además de comprender cómo vivía el hombre primitivo, estos sitios pueden contribuir a un turismo sostenible. (Laregion.bo/Erbol)