Higinio Flores Alcázar es comunicador social del área económica
Hace tres décadas pudimos iniciar la explotación del Salar de Uyuni, de mano de una poderosa empresa extranjera
Entre los años 80 y 90, Bolivia tuvo intensa actividad para negociar la exploración y explotación del litio del Salar de Uyuni. En ese tiempo se tenía dos opciones: la Lithium Corporation of America (LITHCO) y la FOOTE, esta última ya operaba en el Salar de Atacama, en Chile.
Tras intensas negociaciones, el gobierno boliviano se inclinó por la LITHCO por lo que en febrero de 1992 firmó un contrato de riesgo compartido; pero posteriormente, el entonces presidente, Jaime Paz Zamora, lo desestimó.
Quienes siempre estuvieron en contra de que una empresa extranjera explote el Salar de Uyuni fueron los miembros Comité Cívico de Potosí (COMCIPO) a los que se sumaron políticos de izquierda que indicaban que defendían los intereses del país, sin embargo, nunca presentaron proyectos alternativos viables.
La LITHCO debía tener acceso a 600 kilómetros cuadrados del Salar de Uyuni, lugar donde tenía previsto una planta industrial con una capacidad inicial de 7.000 toneladas de carbonato de litio; la participación del gobierno se centraba en dos fuentes: la recaudación de los impuestos emergentes de la Ley de Salmueras (un impuesto a las utilidades netas del 35% y un impuesto básico del 2,5% en base a las ventas netas) y las regalías por derechos de explotación.
En ese tiempo, la demanda del litio y sus derivados era poco comparable a la de hoy con la explosión de la necesidad de baterías de litio para distintos usos y el crecimiento acelerado de los autos y motos eléctricos. Pasaron tres décadas para que Chile y Argentina dejen muy atrás a Bolivia en la explotación del litio.
Cuando los campos gasíferos de Bolivia se hallan en agonía, el gobierno nuevamente torna la mirada al litio como una esperanza salvadora para la deprimida economía; sin embargo, el doctor en geología y ex ministro de minería, Jaime Villalobos, considera que la explotación de este recurso no es la panacea y también que, hoy, existen muchos productores en el mundo que asumieron la posta.
Pese a ello, una empresa rusa y otra rusa firmaron contratos para instalar plantas de carbonato de litio con tecnologías modernas de extracción, ya que el salar de Uyuni tiene dificultades por el exceso de agua, que se convierte en desventaja respecto a yacimientos de roca o salares más secos, como el de Chile.
Muchas personas piensan que el litio es un energético que sustituirá al gas, diésel y gasolina; pero no es así porque este mineral es sólo un almacenador de energía, o sea una especie de recipiente donde se carga electricidad generada por otras fuentes como la térmica, hidro, solar o eólica. Por lo tanto, la crisis energética que se aproxima no será solucionada sólo por las celdas de litio, sino por energías alternativas que el gobierno elija, cuanto más antes, mejor.
La vida nos da muchas lecciones, pero muchas veces no las aprendemos; perdimos la oportunidad para ser líderes mundiales en la producción del litio; ahora se presenta una nueva opción, pero en condiciones diferentes, ya no debemos seguir alargando decisiones fundamentales, por el contrario, debemos abrirnos a la cadena energética que no termina con el carbonato de litio, sino con la instalación de fábricas de baterías y fábricas de vehículos eléctricos.
Bolivia tiene problemas importantes que resolver, para ello necesitamos brindar seguridad jurídica para que los inversionistas apuesten en grandes proyectos, necesitamos estabilidad política y paz social. Con paros, movilizaciones sociales o escándalos de corrupción ahuyentamos a los capitales extranjeros.
Ya no perdamos más oportunidades por favor y concentrémonos en resolver temas importantes y olvidemos el circo de los políticos que es morbosamente reproducido por varios medios de comunicación y muchos “influencers” de las redes sociales.