Cuando el presidente Luis Arce Catacora en el acto de su posesión y sin ninguna virtud oratoria centró su discurso en el “gobierno golpista” —al que algunas semanas antes en una entrevista televisiva calificara de constitucional—, enfatizó su decisión de no dejar impune a nadie que tuviera responsabilidad en las muertes de Senkata y Sacaba, como consecuencia de los hechos de noviembre de 2019, el gran culpable era aún su jefe, mentor y promotor. Antes, Evo Morales, por un mal cálculo político había ordenado la renuncia de todos sus ministros, pero lo que políticamente significó su muerte fue la decisión irreflexiva, precipitada y tonta para sus intereses, de dimisión de las primeras autoridades del Órgano Legislativo en sus dos cámaras, para inmediatamente asumir la misma actitud y huir del país, todo lo que efectivamente ocurrió. Más antes todavía, en 2016, el arbitrario presidente, cuando ocupaba la primera magistratura en forma inconstitucional, insaciable de poder y por iniciativa suya, convocó a un referéndum para hacer posible una cuarta candidatura suya, descartando por anticipado cualquier posibilidad de impugnación si el resultado le fuera desfavorable. Como en el gobierno del Movimiento al Socialismo todo era —y es— posible, el servil Tribunal Constitucional Plurinacional, con un fallo insólito, dispuso que la postulación del expresidente era un derecho humano, declarando que las limitaciones de la Constitución en esa materia eran inconstitucionales (aberración sin antecedentes en nuestra judicatura). Y así ocurrió. Pero ante el resultado del referéndum que desnudaba que su figura y popularidad estaban en picada, optó por nada dejar al azar y montar un fraude que dio lugar a lo posteriormente producido en el país: una rebelión popular protagonizada principalmente por las clases medias, que no estaba dispuesta a verse burlada una vez más por los abusos de un gobierno que ya tenía tintes de dictadura.
En el mes de julio de este año, el diputado “masista” Rolando Cuéllar admitió que Morales es el único responsable de las muertes de Senkata, Sacaba y Montero. Y no se necesita confesión de nadie para que haya quedado como hecho incontrovertible que quien, como jugando al avestruz, se desdijera muchas veces para mostrarse democrático, quedara como lo que realmente es: poseedor de una mente siniestra y esta vez decidido a cercar a la ciudad de La Paz, emulando a su “abuelo”, que en 1781 hizo lo mismo con la hoyada.
Evo Morales también ha incurrido en gravísimos daños económicos al Estado al haberse postulado a la Presidencia, pese a que el “soberano” le dijera que no lo podía hacer por el mecanismo constitucional del referendo. En los últimos meses fueron destapados hechos que tienen que ver con la delincuencia común y respecto de cuya comisión nunca negó haber sido autor, hallándose actualmente en un estado poco menos que de prófugo, haciendo exactamente lo contrario de lo que conminaba a quienes cuidaban sus huesos poniéndose al margen de la justicia. Eso efectivamente ocurre hoy con la justicia, pero también sucedía durante su gobierno, de modo que aquello de que “el que nada debe nada teme” suena muy romántico, pero nada creíble refiriéndose a él.
Si el actual gobierno ha prometido castigar a los autores materiales e intelectuales de los graves hechos de 2019 y ha reconocido que Evo Morales, con el desconocimiento al referéndum, el fraude en las elecciones de ese año y una inclinación a creer que puede eternizarse en la presidencia, es el culpable, entonces, ¿por qué no se lo procesa por la vía de juicio de responsabilidades, pero también por la vía ordinaría por los delitos contra menores de edad?
Pero Evo sigue incurriendo en más hechos ilícitos; recientemente privó a todo un país del derecho de libre circulación y de alimentación con un bloqueo general de caminos, ocasionando una escalada de precios, y a cuya finalización luego de 25 días los precios de la canasta familiar se incrementaron más.
¿Por qué el Estado, a través de sus organismos competentes, no utiliza los métodos de que se valió en las aprehensiones de Luis Fernando Camacho y Jeanine Áñez? La excesiva complacencia con Evo Morales deja un manto de duda respecto a una verdadera intención de castigar, luego de un debido proceso, a quien fue el principal responsable de tanta muerte.
Augusto Vera Riveros es jurista y escritor.