Han transcurrido sesenta y cinco años de dictadura comunista en Cuba y, al margen del cargoso pretexto del bloqueo norteamericano, el régimen imperante carece de todo argumento valedero que encubra el total fracaso y estancamiento sufridos, por su inoperante modelo económico, político y social.
A más de medio siglo de haber liquidado el aparato productivo de esa Isla, que nada tiene que vender, ni con qué pagar, vemos que sus industrias están destruidas o son muy atrasadas tecnológicamente y están dirigidas por políticos y personajes ineptos, que sólo aportan con fidelidad canina a la “revolución”, en lugar de aplicar un gerenciamiento profesional que las torne productivas y competitivas internacionalmente. La nomenclatura del régimen comunistoide ha desarrollado una curiosa habilidad consistente en vivir de la manga; maña que la ejercieron con la Unión Soviética y, a la caída de ésta, con Venezuela y otros.
No trataron siquiera la posibilidad de adoptar la destreza de los países comunistas que sobrevivieron a la caída del muro de Berlín, como: China, Corea del Norte o Vietnam, por el simple hecho de que en tales sistemas existe la mala costumbre de trabajar y, por el contrario, hoy esos acérrimos enemigos del imperialismo se mantienen boyantes gracias a su sociedad con los grandes demonios capitalistas. En cambio, esa entelequia creada por Fidel Castro y sus secuaces, denominada como el Foro de Sao Paulo, sólo ha servido para sustituir sus fuentes de exacción hacia países del tercer mundo como: Venezuela, Brasil, Argentina, Bolivia y otros.
Para justificar este modus operandi, la viveza socialista ha inventado, como moneda de cambio y, sin ruborizarse, planes de salud y educación, destacando “médicos” y “profesores” por doquier, frente al informe oficial de la OMS, que han determinado que: la epidemia de enfermedades de la vista; mentales y de niños nacidos prematuramente y con defectos son un problema de falta de vitaminas y proteínas ocasionados por la mala nutrición. Por su parte, en lo que a la educación refiere, la UNESCO dice: Cuba está muy por detrás de Chile, Argentina y Uruguay.
Ante semejante cuadro desgarrador, el gobierno boliviano ha decidido enviar arroz a Cuba, en el marco de una donación de tres mil toneladas, prontas de envío a dicho país caribeño, que sufre la escasez de este producto. Es decir: San Juan regalando camisa a San Sebastián. No se descarta el envío de azúcar, ya que sus tan publicitadas zafras socialistas cayeron, de los diez millones de toneladas que se producían en 1960, a sólo un millón en este año.
A pesar de que en el Chaco y el oriente boliviano se debatieron en medio de una feroz sequía que amenazó dejar sin alimentos a extensas zonas de nuestra geografía, los laboriosos cambitas lograron producir el arroz suficiente para la exportación y el consumo interno. Sin embargo, el gobierno optó por la inexplicable medida de prohibir la exportación de arroz y precintar los depósitos de los laboriosos cambitas, tildándolos de “jugar sucio” para cometer agio y especulación del producto. Ante esto, sirva de consuelo saber que nuestra comida se irá a paliar el hambre de los heroicos socialistas caribeños, mientras que los bolivianos debamos conformarnos con arroz a la cubana, pero sin huevos.