Se considera al Estado como la sociedad organizada política y jurídicamente, política porque está sujeta al poder y jurídica porque está ordenada por las leyes. Su aparición está perdida en la historia, pero se organiza cuando se dan los tres elementos fundamentales que le componen: territorio, población y gobierno. Su desarrollo se da conjuntamente con el desarrollo del ser humano. Los primeros Estados tuvieron una organización teocrática, es decir que Dios o el Sol (imperio incaico) regían la sociedad, y los gobernantes ejercían poder por voluntad divina. Esta organización duró hasta la Revolución Francesa con las ideas del liberalismo, que liquidó la monarquía autocrática e implantó el republicanismo democrático.
En 1848 salió a la luz pública el “Manifiesto comunista” de Carlos Marx y Federico Engels, con su teoría de la “dictadura del proletariado” y en 1917 en Rusia se dio el primer gobierno socialista-comunista que duró 70 años. Esta corriente política liquida la propiedad privada y el Estado controla todo. El individuo está el servicio del Estado y no como en el liberalismo, que el Estado está al servicio del individuo. Este híper estatismo ha inspirado a las dictaduras de caudillos autócratas, que creen ser ellos el Estado, como dijo el rey francés Luis XIV: “El Estado soy yo”.
Si bien es cierto que debido a la demanda de mayor atención a los problemas de los pueblos, el Estado ha asumido cada vez más atribuciones, como atención a salud, educación, justicia, seguridad pública, etc., en los regímenes de corte autoritario, inspirados en el socialismo marxista, el Estado sofoca las libertades y se convierte en el hacedor y regulador de todo. De tal manera que la actividades privadas, especialmente las económicas, son reducidas a su mínima expresión, y es el Estado el que asume la actividad económica en todas sus fases (producción, comercialización, distribución), basada en el planeamiento obligatorio.
En los regímenes estatistas, el Estado tiene la prerrogativa de crear e impulsar el emprendimiento económico, es decir que es un Estado empresario, pues con los recursos públicos (que son de todos los individuos), destina esos recursos a emprendimientos de todo tipo, que bien podrían ser emprendimientos privados, es decir con capital y riesgo privado, lo que no sucede, pues el aparato burocrático del gobierno del Estado, se expande a la actividad del emprendimiento, con resultados poco halagüeños.
En nuestro país, el régimen que nos gobierna hace casi dos décadas, por su inspiración socialista, desde el año 2006, ha implantado una política económica en buena medida de corte estatista, pues los recursos que ingresaron a las arcas fiscales, por los elevados precios internacionales de las materias primas, fueron destinados a emprendimientos industriales, en buena parte, lamentablemente con poca o ninguna rentabilidad, pues fueron inspirados más en urgencias de popularidad (populismo) que en planes y programas bien elaborados.
Todos los años del largo régimen “hacia el socialismo” son destinados, en el presupuesto anual del Estado, varios miles de millones de dólares, a inversiones públicas, pero en estos últimos años, se ejecuta la mitad o menos de lo presupuestado, debido a la no disponibilidad de recursos para esos emprendimientos, pues desde 2014 los precios internacionales de los productos exportables, bajaron sustancialmente. Además, nuestra producción, como en el caso del gas, ha reducido su volumen exportable.
El gobierno actual, en tiempos de “vacas flacas”, sostiene en su política económica, la industrialización con miras a reducir las importaciones, debido a la ausencia de dólares, sin tomar en cuenta que tenemos un reducido mercado interno, que los niveles de productividad en el país son bajos, que no tenemos tecnología suficiente para encarar los emprendimientos y que los profesionales y técnicos altamente especializados, han emigrado a otros países, por lo que el gobierno ha tenido que recurrir a gente improvisada y sin experiencia previa.
Son varias las empresas estatales deficitarias y se han convertido en una carga financiera para el país, pues como los recursos son públicos, no se efectúan esas inversiones siguiendo los cánones recomendables para todo emprendimiento, y hoy, la mayoría, son elefantes blancos que consumen recursos económicos, pero no producen ganancias. En la presente situación de deterioro económico, el gobierno del Estado debería volcar todos los recursos públicos, a atender las necesidades más apremiantes de la población, como alimentos, medicinas, gasolina y diésel, dejando los emprendimientos industriales al capital privado, al que hay que darle todas las seguridades y garantías a su capital, y no agredirle con intervenciones a su propiedad, como la efectuada a los depósitos de arroz de los productores, en el norte de Santa Cruz.
El autor es Abogado, Politólogo, escritor y docente universitario.