Mal perdedor y poco ético cuando su faceta de dirigente deportivo cobra notoriedad sobre su condición de sobresaliente empresario, el magnate Marcelo Claure manifestó en una entrevista televisiva tener muchos planes para Bolivia, únicamente supeditados a la aceptación de quien resulte ganador en las elecciones generales del próximo año… dando por hecha la derrota del MAS.
Solo con el fin de asegurar un triunfo opositor sobre cualquier otra opción que garantice, además, una gobernabilidad capaz de contribuir a la superación de la crisis económica —la que considera como la mayor de la historia y cuya responsabilidad atribuye a casi dos décadas de despilfarro masista y al gobierno actual como el peor desde la fundación de la república—, el empresario prometió millonarios proyectos, cuya ejecución las reserva para un eventual gobierno no masista.
Si bien tiene una atinada percepción sobre nuestra economía —cuya lectura, por el estado en que la hacienda está hace meses, no necesita mucha agudeza crítica—, creo que en Claure hay una infravaloración de lo que sucedió durante el fallido gobierno izquierdista de la UDP. Y es que el corto periodo de Hernán Siles Zuazo se encargó de ratificar la crisis con una inédita inflación que no se produjo antes y no ocurrió luego; más no fue la primera vez y creo que esta crisis tampoco será la última, porque somos un país de una insuficiencia moral que trasciende los años y parece que también los gobiernos, pues todos nos traen sorpresas siempre negativas en materia económica, sin perjuicio de los que pregonan la igualdad en la distribución de la riqueza, la protección de los derechos colectivos o un Estado empresario, que han liderado la capacidad de sepultar toda posibilidad de desarrollo integral.
No podría esperarse una visión diferente de la que Marcelo Claure expuso respecto al estado actual de un país que, en su mirada, se nos muere; y no está alejado de la realidad, ya que lentamente, pero a paso firme, las políticas socialistas de los últimos casi veinte años, en manos de irresponsables populistas, nos están dirigiendo a un colapso.
No es que tengamos que ser dóciles ni reacios ante los “proyectos” de Marcelo Claure, pero en un país en el que el fútbol atrapa a varios millones de personas, sin importar que sean patriotas o patrioteros, opositores o masistas, el exitoso socio de más de 200 empresas en el mundo y dueño exclusivo de dos o tres empresas líderes del orbe en diversos rubros —según él mismo dijo— tiene cuestionamientos a partir del escándalo por la venta de entradas para las Eliminatorias del Mundial del 94, hecho por el que —más allá de ser este un asunto entre privados que no comprometió al erario público, y también por causa de otras intervenciones casi siempre vinculadas a su desmedido fanatismo por su equipo— no goza de la simpatía de buena parte de los bolivianos.
Eso sí, ante la tan mentada unidad de la oposición desde hace al menos dos procesos electorales, y que nunca se concreta, es que el verificativo de unas “elecciones primarias”, de las que con legitimidad y posibilidades ciertas de triunfo la oposición esté representada por un candidato de unidad, puede ser el mecanismo idóneo para interrumpir el calamitoso ciclo que ya se acerca a los 20 años. Aunque, esto de “primarias” es un error conceptual en que políticos, analistas y periodistas están incurriendo, porque, desde la politología, este tipo de elecciones son de naturaleza y fines políticos distintos a los que el acaudalado Claure pretende promover a costa de su propia hacienda. De cualquier forma, bajo el principio universal de que lo que no está prohibido está permitido, hacer un sondeo, o como quiera llamarse, tampoco infringe ninguna norma.
Claure no anduvo con cortas, y el ofrecimiento de millonarias inversiones, una vez conseguido el triunfo opositor, es otra historia que supondría una especie de suprapoder de alguien como él, que puede tener o no las mejores intenciones, pero que tal como las propuso, no creo que sean el mejor camino. Bolivia no está en condiciones de rechazar la asistencia de nadie, siempre que no se embargue la autonomía de su gobierno a favor de una persona física ajena a aquél, por muy boliviano que esta sea.
Dudo que algún presidenciable opositor convenga con la generosidad de Claure, quien sostuvo que industrializar el litio es ciencia ficción, pero varios de sus proyectos también lo son en una Bolivia anclada en la tribu donde el fraude y el engaño trascienden gobiernos. Por lo que hay que comenzar por una revolución moral y una recomposición del Estado y sus instituciones; y para eso, sí se necesita ingentes recursos, pero que no estén supeditados a las políticas de un rey detrás del trono.
Augusto Vera Riveros es jurista y escritor.