Más del cincuenta por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) mundial depende de los productos que proporciona la tierra; la humanidad necesita de la naturaleza para su manutención. La tierra es su único hogar.
Sin embargo, los modelos económicos de varios países permiten la deforestación y la agroganadería insostenible, al extremo de que ofrecen incentivos, y permiten la explotación desmedida de su activo natural. Ante esta realidad, se propone un nuevo enfoque: aumentar la inversión destinada a favorecer la conservación del medio ambiental. El anterior Foro Económico Mundial, analizó las tendencias actuales de inversión, encontrando que en 2022 al menos cinco billones de dólares financiaron proyectos con impactos negativos sobre el ecosistema. Lamentablemente, este evento de trascendencia mundial, no se refirió a otros aspectos igualmente importantes. Una apreciación objetiva más ecuánime hubiera sido determinar críticamente los otros factores que ocasionan el efecto invernadero: el transporte, la electricidad y la industria, entre los principales; y no señalar, malintencionadamente, al uso de la tierra como el problema principal. En el anterior Foro Económico Mundial, se habló sobre las duras implicaciones que la incertidumbre ocasiona en la economía a corto plazo, y de las incidencias perjudiciales de los eventos climáticos extremos, a largo plazo. Todos los años, la ciudad de Davos (Suiza), es el escenario de las reuniones del Foro Económico Mundial, que el próximo mes de enero celebrará la 55 sesión. “La fundación (cuestionada por algunas organizaciones) se financia principalmente con fondos de sus mil empresas miembro, normalmente empresas globales con una facturación de más de cinco mil millones de dólares, así como con subvenciones públicas”.
El Foro Económico Mundial recibe cada año a los jefes de Estado de los países más importantes: Estados Unidos, China, Rusia Japón, Italia, Canadá, Francia, Alemania, para mencionar algunos. Además, participan personajes destacados como Bill Gates; presidentes del Banco central europeo, Fondo monetario internacional, Banco mundial; que, junto a connotados políticos, líderes empresariales, y otros famosos de la sociedad mundial, analizan los problemas del mundo y sus proyecciones.
Este evento pasa desapercibido para el gran público, no se le presta atención. Sin embargo, se dice que en esas sesiones se decide el futuro del planeta. Entre las conclusiones de la anterior reunión, se resolvió que los países desarrollados tienen que ayudar a financiar la acción climática a los países en desarrollo “porque, si no lo hacemos, esta desigualdad no hará más que crecer y habrá ganadores y perdedores…”, afirmó uno de los participantes.
La agenda del Foro de Davos –como también se llama– incluye para enero próximo, temas como la regulación de la Inteligencia Artificial (IA), la mitigación del cambio climático, el desarrollo sostenible y la recuperación económica global debido a la creciente incertidumbre geopolítica y económica.
El lenguaje que se apropia a este asunto es cada vez más refinado: en Bolivia se conoció como chaqueo, con la maquinaria agrícola llegó el desmonte; cuando la explotación de la madera incrementó la actividad forestal se llamó deforestación, y ahora están de moda otros conceptos de lujo, de profunda significación; hoy se habla, con fuerte contenido elitista, de la descarbonización (al desmontar los bosques mueren los árboles y disminuye el agente que retine el CO2).
Habrá que estar pendiente de las sesiones del Foro de enero, no cabe duda que sus conclusiones trascenderán en el quehacer institucional del mundo. No vaya a ser que nuevamente los menos desarrollados tengan que cuidar la tierra, y ellos, los desarrollados, sin miramiento como hasta ahora, a polucionar la tierra.
El autor es periodista.