Parte II
A esta altura cabe la pregunta, ¿dónde se aprende el pensamiento crítico? Cuando se pregunta a un niño, en un desfile patrio, cuántos años cumple nuestro país, la respuesta que él da siempre genera risas entre los espectadores; si a un bloqueador se le inquiere por los motivos de la interferencia en el libre tránsito de los demás, su respuesta suele estar llena de dudas e incertidumbre. Eso quiere decir que el pensamiento crítico no se aprende ni en la escuela ni en la calle. Entonces, ¿qué pasa en las universidades? Después de los eventos ocurridos el 7 de octubre de 2023 en Israel, jóvenes norteamericanos, pertenecientes a las mejores universidades del mundo, hicieron una serie de manifestaciones con el lema “From the river to the sea” (Desde el río hasta el mar, en español); lo anecdótico del caso fue que estos estudiantes universitarios no pudieron responder, ante el requerimiento de la prensa, a qué río ni a qué mar se referían –obviamente, se trata del río Jordán y del mar Mediterráneo–.
En suma, el pensamiento crítico no se desarrolla en una licenciatura; solo se concreta en los posgrados, es decir, en las maestrías y en los doctorados, ya que en estos cursos se desarrollan investigaciones serias y profundas que requieren datos, no relatos ni suposiciones baratas. Así, un bachiller puede desarrollar el pensamiento crítico en el momento de realizar investigaciones en forma responsable y siguiendo todos los pasos del método científico.
En conclusión, hay tres desafíos que los bachilleres bolivianos deben encarar para sobrevivir en este Siglo XXI: enrolarse en las filas de emprendedores, aprender todos los días para adaptarse a los cambios de la tecnología y desarrollar el pensamiento crítico mediante la investigación. Además, habría que añadir un cuarto desafío que, en rigor, conlleva la decisión más importante que los jóvenes pueden hacer. Cada joven debe preguntarse a sí mismo cuál es la misión que Dios le encomendó en esta vida. Con base en la identificación y aceptación de este propósito divino para todas las personas, cada joven podría prepararse para adquirir las habilidades o perfeccionar los talentos innatos para cumplir su razón de ser en esta vida, en este mundo.
Dios en su perfecta sabiduría regaló a cada ser humano un don, un talento especial, no solo para sobrevivir en este mundo, sino para servir a los demás y para cumplir la finalidad para la cual fue creado. Nuestro deber es descubrir cuál es esa misión, llevarla a cabo para vivir sin frustraciones ni decepciones, sino con la alegría por llegar al término de cada día con la satisfacción del deber cumplido.
Que nuestro Dios bendiga sus vidas en abundancia.
El autor es Magíster en Literatura (UMSA) y Magíster en Políticas de Formación Docente (Universidad Pedagógica de Bolivia).