Los anuncios por medios de comunicación acerca de una buena alimentación, se contraponen en muchos casos con nuestra propia cultura: Qué decir de una excelente sopa de albóndiga, pepián o pollo a mediodía. Sin embargo, más allá de ser afectos a todo lo que derive del maíz o la harina, la alimentación se vincula con el tipo de profesión que desempeñemos. Así es. ¿Un docente debe revisar lo que ingiere? Veamos el caso.
Un educador suele enfrentarse diariamente a jóvenes de diferentes edades, con diferentes intereses en medio de cambios biológicos, con problemas familiares. Además de lidiar con las reglas del juego que establece la institución para la que trabaja, lo que ocasiona un alto nivel de estrés, a lo que se debe sumar su vida personal, las cosas del hogar, la familia.
¿Qué factores priman en la labor docente? La actividad intelectual, con la participación activa del cerebro, donde interviene la concentración, la memoria, el rendimiento mental e incluso los estados de ánimo. ¿Qué ingerir para un mejor funcionamiento de este órgano tan importante? Coliflor, carne e hígado de res, huevos y maní, ricos en proteínas animales y vegetales.
Pero, no es comer por comer, también hay un orden, que resulta crucial en el momento de la absorción de nutrientes y de la irrigación de nuestro cuerpo a través de la sangre. ¿Cuál sería este orden? Primero, han de ser las proteínas, las cuales pasan a la sangre en forma de aminoácidos y van a los sitios donde se les necesita, que pueden ser los músculos, órganos específicos o el cerebro. ¿Si no lo hacemos así qué sucede?
De comenzar por los carbohidratos, la distribución de los aminoácidos no podrá realizarse de forma equitativa, pues debido a la alta cantidad de azúcar, se dispara la producción de insulina en nuestro cuerpo y, con el fin de regular los niveles de esta hormona, el cuerpo envía la mayoría de aminoácidos hacia los músculos, lo que provoca que únicamente el triptófano llegue al cuerpo, estimulando la serotonina y produciendo sueño.
¿Importa la cantidad? Si comemos demasiado, la mayor parte de la sangre se concentrará en el tracto digestivo, a fin de ayudarnos con la digestión y absorción de nutrientes, y la irrigación sanguínea al resto de nuestro cuerpo, incluyendo el cerebro, será mucho menor.
¿Y un café después de almuerzo o a mitad de mañana? La cafeína es un estimulante cerebral que induce estados de alerta mayores de los normales. Estudios indican que la respuesta intelectual de una persona que consume café es mejor que la de quien no lo hace.
Pero el exceso de café acarrea falta de sueño, nerviosismo, temblor en las manos, entre otros, como consecuencia de un sistema nervioso sobre estimulado. Así, la recomendación es tomar dos tazas de café al día como máximo, en lo posible sin mezclarlo con lácteos o azúcar. Luego, docentes ¡a cuidar nuestra alimentación!
El autor es Licenciado en Ciencias Pedagógicas.