Hace más de una década, se decía con aspaviento que Bolivia era el “corazón energético” de América del Sur y se pregonaba proyectos fantasiosos como exportar gas a Estados Unidos. Pero por inoperancia “masista” en el manejo del tema de los hidrocarburos, hoy nuestro país ha pasado de ser exportador de enormes cantidades de gas al Brasil y la Argentina, a alquilar gasoductos para que este último país envíe ese energético al mercado brasileño. Y es que en Bolivia la producción de gas “ha tocado fondo”, como reconoció con excesiva demora el presidente Luis Arce Catacora.
No olvidemos que, en la época de las vacas gordas, sectores sociales afines al MAS consideraban que las petroleras foráneas eran enemigas de Bolivia y que el gas debería servir para industrializar nuestro país, desconociendo lo que moviliza al mercado gasífero y que no contamos con tecnología para hacernos cargo de exploración y producción de gas, para las cuales se necesita considerables inversiones y personal altamente capacitado.
Por ello con la Ley de Hidrocarburos de 2005 y la “nacionalización” de 2006, que en realidad solo fue readecuación de contratos con las petroleras extranjeras, se les impuso grandes limitaciones, creyendo que los altos precios externos del gas se mantendrían por mucho tiempo. Pero no se tomó en cuenta la urgencia de buscar otros yacimientos para reemplazar a los que eran sobreexplotados. Y mientras Argentina se preparaba para aprovechar las reservas de gas de Vaca Muerta, en Bolivia seguía el discurso populista ilógico.
Ahora se ha conocido que en Tarija el megacampo Sábalo de 18 millones de metros cúbicos por día (MMm3/d) que producía en 2014 llega a solo 6,1 MMm3/d de gas natural. Y que, Margarita, otro megacampo tarijeño, también se agota, ya que de 10,01 MMm3/d que daba hace una década, hoy su producción es de 5,26 MMm3/d.
En consecuencia, como expertos habían advertido oportunamente, se aproxima una crisis energética. Una prueba de ello es la escasez de combustibles que, a pesar de medidas paliativas y temporales, no tiene solución permanente. Además, la subvención a los hidrocarburos supone enormes gastos para favorecer inclusive a sectores irregulares, como contrabandistas de motorizados, de combustibles, mineros ilegales y narcotraficantes. Lo peor es que depende de la aprobación de créditos externos la solución de problemas como la falta de carburantes, es decir, seguir endeudando al país.
Lo cierto es que Bolivia está atrasada en la transición energética con proyectos para aprovechar energía eólica, hidroeléctrica, solar, a pesar de la propaganda oficialista. Hace años se dijo que el litio sería la tabla de salvación ante el agotamiento de las reservas de gas. Pero a pesar de millonarias inversiones, hasta ahora no hay una producción como la anunciada con bombos y platillos. Además, por la tardanza, aparecen en el mundo nuevos yacimientos de litio y productos sustitutivos, por lo que su precio baja cada vez más.
Entonces, la escasez de combustibles nos acerca a los racionamientos, como ocurre en países adictos al socialismo.
Atraso en necesaria transición energética
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