jueves, enero 2, 2025
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El dilema de siempre

Severo Cruz Selaez

“Uno sabe cómo ha llegado al gobierno, pero no sabe cómo se irá”, comentaba un exdignatario de Estado, en la época democrática. Confesaba lo que vivió en esas instancias. Hablaba la experiencia adquirida en las lides del quehacer político, donde uno está conminado incluso a tragar sapos. En una competencia plagada de revanchismo, deslealtad y ferocidad. Jamás fue humanizada esa práctica, como en países donde el socialismo impone la represión.
Posiblemente fue el dilema que preocupó constantemente a quienes detentaron transitoriamente el Poder. Antes y después del retorno de la democracia, hace aproximadamente 40 años. Ningún gobernante supo a ciencia cierta cómo se iría. Menos las condiciones en las que tendría que decir adiós a su gente. Pero tendría que irse, porque el mandato es prestado. Aureolado por una buena gestión o devastado por desaciertos e incoherencias.
Algunos se fueron después de haber servido a la Patria, pese a problemas coyunturales. En este contexto, practicaron a cabalidad la democracia recuperada en 1982. Manejaron los asuntos públicos con transparencia, sin intereses sectarios. Sin haber provocado dolor ni lágrimas entre sus congéneres. Tampoco generaron escasez de productos alimenticios. Cuidaron la canasta familiar, por el bien común. Sin perseguir ni encarcelar a quienes pensaban diferente. Sin desviar a cuentas particulares los peculios del Estado. Ni haber comprometido los recursos naturales. Sin haber despilfarrado el patrimonio fiscal. Sin que escándalo alguno haya empañado su gestión.
Pero otros se fueron frustrados, abrumados por la crisis económica, política y social, que profundizó la brecha de la pobreza y extrema pobreza. Que agudizó el hambre y la miseria entre las personas necesitadas. Fueron responsables del retroceso nacional, por haber sido timoratos e indecisos. Por haber asumido acciones contrarias a la libre empresa. Por avivar el regionalismo que impide la unidad. Y haberse encerrado en un mundo político ideológico excluyente. E inviabilizado las soluciones para la problemática nacional. Por haber ideologizado la gestión, con tendencias que sustentan ciertas dictaduras. La responsabilidad histórica recaerá siempre sobre los aludidos.
Ellos no merecen ser tomados en cuenta en la agenda del bicentenario. Porque no reivindicaron las inquietudes progresistas de quienes hicieron posible nuestra Bolivia. Porque no se constituyeron en el paradigma del desarrollo. Porque pusieron siempre la carreta delante de los bueyes en materia de crecimiento nacional. Pues manejaron a su libre albedrío el destino del país. Enajenaron los recursos naturales. Permitieron que el hambre y la miseria consumieran a la ciudadanía. Provocaron el agotamiento de uno de los principales recursos naturales, cuya secuela es la adversidad económica que nos golpea duramente. Despilfarraron ingentes cantidades de billetes verdes en una época de prosperidad.
En suma: son matices de la historia que nos llaman a una seria reflexión en torno a la suerte del país, de cara al futuro.

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