“No se venguen ustedes mismos, amados míos, sino dejen lugar a la ira de Dios, porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré”, dice el Señor (Romanos 12:19). Así que no se sientan impunes todos los que, prevalidos del poder político, de “don dinero”, y de todo aquello que, incluso, no podrán llevarse a la fosa, cometen inequidades y otros atentados contra los demás. Dios existe, así no quieran creerlo muchos de aquellos que cometen escarnios contra los más débiles, que son las mayorías, porque gozan de efímera altisonancia, que los convierte en tiranos desdeñosos. Pero, sin duda, viven sólo una especie de sueños. Entonces, deben tener en cuenta esa cita bíblica para corregir errores, buscando una vida fraterna y civilizada.
Por otro lado, se habla de que el año 2024 fue “malo”, que “tiene la culpa de todo lo negativo que a cualquiera le sucedió”. No es cierto, pues es el ser humano el que se enfrasca en una cadena de errores y líos, mientras que, el día, el mes o el año, nada tienen que ver con aquello. Por eso San Agustín relaciona el tiempo con el alma. Esto se debe a que el pasado es algo que ya no existe, el futuro algo que vendrá y el presente se escurre, transformándose en un recuerdo que, al ser parte de la memoria, dijo, se ubica en el alma. “Si nadie me lo pregunta, lo sé; si me lo preguntan y quiero explicarlo, ya no lo sé”. Esta frase del Santo expresa muy bien la confusión que siempre ha suscitado la pregunta de la existencia del tiempo entre los filósofos y su dificultad para definir en qué consiste. Es un debate sin fin que arranca con los antiguos pensadores griegos, encabezados por Platón y Aristóteles; sigue en la edad Media con las ideas agustinianas; y en el Siglo XVIII, alcanza un punto crucial con el desencuentro entre las posturas de Newton y Kant, que, por supuesto, llega hasta hoy.
Ligado a lo anterior está el destino. En una película de Disney, don “Destino” está sentado en la punta de un poste alto, exclamando “a mí nomás me echan la culpa de todo, vean lo que pasa allá abajo”. Las imágenes muestran a alguien que cruza la luz roja del semáforo al mando de su vehículo y por supuesto que otro motorizado impacta contra el primero, muriendo en el accidente el infractor, ante lo cual don “Destino” exclama “ahora dirán que el destino tiene la culpa”.
Y ¿qué es el destino?, es el concepto por el cual una persona cree que los eventos están determinados. El destino sería un poder sobrenatural o plan que guía la vida humana y la de cualquier ser hacia un fin no escogido. Es, por lo tanto, el antónimo del libre albedrío. Desde un punto de vista religioso, es un plan creado por un dios, por lo que no puede ser modificado. Esto, por supuesto, exceptuando el conocimiento judeocristiano que desde la Biblia rechaza de plano la existencia de una predestinación absoluta, debido al libre albedrío. Ya lo sabe, la venganza es de Dios, el tiempo no es el malo, igual que no lo es el destino.
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