La premisa del “enemigo de mi enemigo es mi amigo” es una que generalmente trae grandes resultados, sobre todo en geopolítica, donde tenemos múltiples ejemplos, como las alianzas que realizó Estados Unidos con China y la España de Franco en contra de la Unión Soviética. Esta premisa sirve y es una que nunca debe descartarse. Sin embargo, el éxito de ésta reposa en la utilidad y capacidad que tenga el “posible aliado”. De nada sirve tener aliados que representen más una carga que una ventaja; uno debe saber con quién aliarse.
En Bolivia, esta premisa ha sido la que ha gobernado en la población y la oposición en los últimos 20 años. Todo aquel que sea del MAS es considerado el enemigo, mientras que aquel que no simpatice con el “partido azul” es considerado automáticamente un aliado, sin importar cuáles sean sus principios y su doctrina política. La premisa de “el enemigo de mi enemigo es mi amigo” en estos últimos tiempos no ha funcionado y solo sirve para mostrar la carencia de principios ideológicos, dirección y determinación de la oposición actual.
De igual forma, esta premisa ha causado que muchos opositores sean “puestos en un altar”, pese a haber cometido errores monumentales que han perjudicado a la nación. El ejemplo por excelencia de esto es la expresidenta Jeanine Añez, cuya gestión fue nefasta y la principal responsable del retorno del MAS al poder en 2020.
Añez fue designada constitucionalmente como presidenta y su única tarea era llevar a cabo elecciones limpias; eso pasaba por quitarle la sigla al MAS, que cometió múltiples delitos electorales (aunque esa es tarea del TSE, ella debió exigir mayor seriedad en la realización de los comicios de 2020, que fueron muy irregulares). En vez de eso, realizó una gestión nefasta, siendo la “cereza sobre el pastel” su ridícula candidatura, que le dejó al MAS su retorno al poder en “bandeja de oro”. No solo eso, las controversias en la gestión de Añez fueron múltiples y hay varios casos de corrupción por los cuales deberá responder en algún momento. Ojo, para mí ella fue nombrada presidenta por “todas las de la ley” y su juicio por “golpismo” es una payasada sin sentido. Ella deberá responder por los actos de corrupción cometidos en su gestión, no por el invento del “golpe de Estado”. Sería hipócrita de mi parte pedir inmunidad para Añez y sus colaboradores solo por ser opositores, cuando hubo múltiples casos de corrupción. Sumado a esto, Añez no es una “aliada útil”.
En la oposición, la figura es la misma: muchos de estos opositores no pueden ser considerados aliados, por el simple hecho de oponerse al MAS. Primero, una gran parte es de izquierda; segundo, son funcionales; y tercero, lo más importante: nada tienen que aportar. En Bolivia, gobierna la premisa del “enemigo de mi enemigo es mi amigo”. Sin embargo, la mayoría de las personas en estas alianzas, con intereses “diversos”, no son realmente útiles y terminan siendo una piedra en el camino para propuestas con verdadero potencial.
En vez de aliarse bajo la premisa de vencer al MAS por cualquier medio, hay que pasar a buscar aliados que sí sean útiles y cuenten con grandes cualidades. También que las alianzas se sostengan en principios comunes y visiones de país similares; solo de esta forma se obtendrá resultados. Creo que ya fue suficiente con defender a opositores por el mero hecho de no ser masistas. Después de todo, hay algunos que terminan siendo igual o peores que el mismo MAS, como el “negrito” Arias, quien está realizando una gestión desastrosa.
Si queremos una oposición de verdad y contar con aliados útiles, debemos siempre enfocarnos en sus ideas, directrices y visión de país. Solo así podremos construir un proyecto que funcione y cuente con la gente adecuada. Mientras sigamos considerando a cualquier opositor al MAS como un “amigo”, solamente por el mero hecho de ser opositor, el resultado seguirá siendo el de los últimos 20 años.
El enemigo de mi enemigo no es mi amigo
Fabian Freire
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