A propósito de tunas y valores

¿En qué momento nos volvimos tan insensibles? Los hechos de violencia y discriminación se han vuelto tan recurrentes que parece que nada nos conmueve ni importa.
Es como si la humanidad hubiera perdido el norte. ¿De qué sirve ir a misa todos los domingos, sin faltar, si al salir criticamos y hablamos mal de medio mundo? “Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos…”. Apenas terminamos la oración y ya estamos calumniando a nuestro prójimo con un odio decidido a destrozar.
Nos falta empatía. Nos creemos jueces en la hora de validar o no las acciones de nuestros contactos en redes sociales. ¿Será gratificante destilar odio e inquina contra quienes piensan diferente? Lo llaman “hater”, una palabra con un significado tremendo: “odiador”. Parece que hemos olvidado que el karma, tarde o temprano, llega.
Es momento de detener esta obsesión por hacernos daño unos a otros, de reflexionar y enmendar. Debemos valorar la tolerancia, el respeto y el diálogo entre nosotros.
Lo sucedido en la meseta de Achumani demuestra que hemos tocado fondo. De nada sirven los estudios o los títulos si seguimos comportándonos como verdaderos cavernícolas. ¿Dónde está nuestra humildad y empatía con los más necesitados? ¿Acaso seguimos creyendo en ciudadanos superiores e inferiores? ¿Todavía pensamos en “clase alta” y “clase baja” en estos tiempos? ¿Qué pasó con el juramento hipocrático?
Todo por unas tunas silvestres que crecen en la calle y que, al menos, sirven para que una mujer pueda alimentar a su pequeño. Ni siquiera estaban en un espacio privado. Ese mismo día ocurrió algo parecido cerca del Teleférico Morado, en la calle Almirante Grau: un grupo de vendedoras azuzó a un niño que, con su carretilla, intentaba vender tunas. ¿La razón? Según ellas, iba a “quitarles” las ventas.
Que estas dos experiencias dolorosas, ocurridas en el mismo día, nos sirvan para reflexionar. Qué distinta sería nuestra vida si nos alejáramos de los antivalores. Trabajemos para construir una existencia libre de odio y envidia, y dejemos de ver a nuestro prójimo como un enemigo.