Cuando Blake Lovell se marchó de la zona rural de Oregón, pensó que había dejado atrás los fantasmas de su infancia. Su padre había aislado a la familia de la sociedad y su madre se moría lentamente de una enfermedad degenerativa. Lo único que Blake se llevó consigo fue la capacidad de sobrevivir. Ahora que está casado con Charlotte, una periodista de investigación, y es el padre del orgullo de su vida, su hija Ginger, Blake está luchando por encontrar su lugar en sus vidas urbanas mientras Charlotte parece estar cada vez más distante y desconectada de él. Blake, un chico de una granja que tiene una relación de amor-odio con su bucólica educación, es una criatura de dos mundos. Sabe que la dinámica dentro de su familia tiene que cambiar si quiere que su matrimonio sobreviva. Por eso, cuando recibe una carta que le comunica que ha heredado la casa de sus padres, ve la oportunidad de construir una vida mejor.
Para este rol, el director Leigh Whannell seleccionó a Christopher Abbott, quien recientemente cautivó al público con su actuación en la película Poor Things. “Chris es incapaz de ser falso”, dice Whannell. “No da la impresión de ser deshonesto. No es un actor ostentoso y le tiene aversión a la actuación performativa o que pretende impresionar a los demás. Sólo quiere llevar su interpretación a una zona viva, que respire, y verlo es como un truco de magia”.
A Abbott le atrajo el papel por la interpretación que Whannell hace de la ruptura matrimonial entre Blake y Charlotte. “Ves cómo empiezan a tratar de reconectar y, a medida que se desarrollan los acontecimientos de la película, su conexión desaparece”, relata Abbott. “Blake pierde la capacidad de comunicarse: esa es la tragedia. Todo el mundo puede identificarse con tener problemas y no conectar bien con una pareja. ¿Y qué pasa si te la quitan? Por ejemplo, con una enfermedad real”.
Abbott sabía que permanecería varias horas en la silla de maquillaje para interpretar al hombre lobo, pero su principal inquietud era que la humanidad de Blake siguiera brillando. Se sintió aliviado cuando el equipo de maquillaje le aseguró que su trabajo no inhibiría al suyo. “Podía seguir actuando a través de las prótesis”, explica Abbott. “No me impedían actuar. Mi cara se movía de diferentes maneras cuando las llevaba puestas; me miraba en el espejo y jugaba con ellas. Las prótesis hicieron gran parte del trabajo. Una idea sólo puede llegar hasta cierto punto, pero cuando tienes limitaciones físicas, te obligan a tomar una decisión”.
Abbott y Whannell hablaron largo y tendido sobre cómo evolucionaría Blake, o mejor dicho, involucionaría, a lo largo de la película. “Leigh y yo hablamos mucho de enfermedades como el Alzheimer o el Parkinson”, señala Abbott. “En lo concerniente a la transformación, era desprenderse de la realidad de lo que significa ser un humano sano y despojarse de eso”. También ayudó que la transformación de Blake se hiciera de forma práctica, con maquillaje y prótesis, en lugar de con efectos visuales. “El hecho de que estuviera sucediendo ese mismo día y de que nuestro equipo lo viviera con nosotros —visceralmente, en tiempo real, nos recordó que estábamos haciendo algo especial”, afirma Abbott.
LOS PERSONAJES
Christopher Abbott personifica a Blake Lovell en Hombre Lobo
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