A veces parece que el mundo está al revés, por guerras, pobreza, violencia, aumento de las desigualdades sociales, lo cual nos pone en entre juicios, porque los humanos cometemos esos graves errores.
Por supuesto, detrás de ello hay una serie de antivalores: envidia, obsesión, poder del dinero, falta de humanismo y comprensión, que suelen contraponer y destruir lo bello que es la vida.
Más allá del amarillismo, notas rojas resaltadas a través de diferentes medios audiovisuales, hay cosas bonitas en la vida, aunque no lo crea. No todo no son desgracias y, para muestra, les relato.
Para los que ya no somos tan jóvenes, los cuentos comenzaban con «había una vez», por lo que los disfruté, sintiendo con ello más pulsaciones en mi corazón.
1) En un capítulo de una serie, más allá de abordar problemas sociales, a una persona joven, directora de una radio (abnegada, poniendo el trabajo por encima de todo, a la par de ser exigente a pesar de su juventud), sorpresivamente le fue identificado un cáncer de mama (teniendo como antecedente el fallecimiento de su madre), ocasionándole estado depresivo. Sus compañeros de labor, al conocer esa situación, se presentaron sorpresivamente en su oficina y se pusieron, uno por uno, a su orden para acompañarla a sesiones de quimioterapia. Eso se llama solidaridad.
2) Asistí a la boda de dos jóvenes conocidos, realizada en una iglesia a la cual no iba hace años. Durante el desarrollo de la ceremonia, siendo un casamiento por la iglesia, sentí desde un primer momento, varias cosas: su arquitectura, su mobiliario, altares, fuentes bautismales, tabernáculos, cruces de altares, pilas de agua bendita, entre otros. No podían faltar determinados cantos, así como la liturgia.
A lo anterior se sumaba el sentir de los participantes, al apreciar la constitución de un nuevo matrimonio, el compromiso de ambos: «Amaos unos a otros…» (*), donde se evidenciaba un derroche de felicidad para ellos y para todos (yo incluido) …
3) Recibí la visita de una persona muy especial –mi hija– tras casi un año y varios meses de no vernos presencialmente. Con su llegada, su estancia, pude mostrarle la cultura de un país para ella desconocido y para mí, por conocer más, lugares, paisajes, gastronomía. Ella fue motivo de remembranzas, sobresaturación de abrazos, sonrisas, lágrimas (de felicidad), tenerle listo el café al despertarse, compartir series o películas juntos. Era algo así como querer detener el tiempo o que simplemente el día superara las 24 horas. Al despedirnos nos prometimos muchas cosas…
¿Historias? Son válidas, son necesarias para que la felicidad se haga tangible. ¿Me equivoco? Seguro que no, porque si bien lo que relato sucedió hace meses, cuando lo recuerdo sonrío. Me hace recordar que la vida es bella y tiene cosas muy bonitas.
*) Juan 13:34-35.
El autor es Licenciado en Ciencias Pedagógicas.