Estados Unidos se está preparando para que la administración entrante de Trump cambie drásticamente sus políticas hacia los migrantes y refugiados. Si se lleva a cabo incluso una fracción de lo que se ha propuesto, incluidos recortes drásticos al acceso al asilo, deportaciones masivas y posible internamiento de varios grupos de migrantes, un gran número de refugiados y migrantes en Estados Unidos estarán en riesgo. Estas políticas sin duda tendrán efectos dominó en toda la región. Ahora más que nunca, los Estados necesitan consolidar leyes y políticas efectivas que protejan los derechos de los refugiados. La respuesta de Brasil a los refugiados venezolanos es un ejemplo que debe mantenerse y copiarse.
Brasil acoge a un gran número de refugiados y migrantes de Venezuela, y es posible que vea llegar a más personas como consecuencia de la reciente crisis electoral en Venezuela. El modelo de Brasil para responder a la migración venezolana ofrece lecciones importantes para otros países del hemisferio. A diferencia de muchos otros países que establecen políticas restrictivas diseñadas para mantener a los migrantes fuera, Brasil ha mantenido una política de puertas abiertas desde 2017, facilitando la recepción de migrantes en ciudades fronterizas y permitiendo su regularización y, en el caso de algunos, la reubicación en otras partes del país.
En lugar de obligar a las personas desplazadas a permanecer en las zonas fronterizas por las que ingresan (que a menudo carecen de recursos e infraestructuras para dar respuesta a la situación), Brasil ha creado una estrategia en el marco de su programa Operação Acolhida (Operación Acogida) para reubicar a los migrantes y refugiados venezolanos en partes del país donde puedan trabajar y reconstruir sus vidas. Esto significa que estos refugiados tienen más probabilidades de mantenerse a sí mismos y contribuir a las economías locales. De hecho, la política de puertas abiertas de Brasil ha permitido que el 98% de los ciudadanos venezolanos tengan un estatus migratorio regular o garantías de protección internacional. Sobre todo, el enfoque de Brasil ha asegurado una migración más ordenada, con menores riesgos para los migrantes y refugiados.
Brasil debería mantener, ampliar y perfeccionar este programa, y el resto del mundo debería tomar nota. Los países que reciben refugiados pueden inspirarse en este enfoque para materializar una solución «win-win», en la que la inclusión económica de las personas desplazadas beneficie tanto a los refugiados como a las comunidades de acogida.
De los aproximadamente 7,7 millones de venezolanos que han huido en los últimos años, casi medio millón han buscado refugio en Brasil. Han huido de la inestabilidad política y económica generalizada, la corrupción, la persecución y el colapso institucional. Los disidentes políticos han sido encarcelados y han sufrido violaciones generalizadas de sus derechos, y muchas familias no pueden acceder a alimentos, medicamentos o educación adecuados. De quienes van a Brasil, la mayoría ingresa por el estado norteño de Roraima, una región aislada, ubicada en plena Amazonia. En muchas áreas de acogida de refugiados, las comunidades con menos recursos para responder y apoyar a los migrantes suelen recibir el mayor flujo de personas. Este es el caso de Roraima, una de las regiones más pobres de Brasil.
A diferencia de muchos países que optan por establecer campamentos cerrados que limitan la libertad de movimiento y el acceso al trabajo para los refugiados, Brasil ha adoptado un enfoque innovador y positivo. A través del «programa de interiorización» de la Operación Acolhida, ha reubicado a refugiados y migrantes venezolanos en otras ciudades del país, donde pueden encontrar redes de apoyo y mayores oportunidades laborales. Esta estrategia no solo ha aliviado la presión sobre Roraima, sino que también ha contribuido a reducir las tensiones con la comunidad local.
El programa ha demostrado ser exitoso. Aproximadamente una cuarta parte de los venezolanos en Brasil han sido reubicados, en colaboración con actores del sector privado, en más de 930 ciudades del país. Alrededor de dos tercios de los venezolanos en el marco de la Operación Acolhida han podido reunirse con amigos o familiares que pueden proporcionar alojamiento y apoyo en sus nuevas localidades. Otro 12% ha sido reubicado mediante la modalidad institucional, que consiste en transferir a migrantes desde albergues en Roraima a otros gestionados por agencias públicas o ONG en distintas ciudades. Además, el 15,2% de los beneficiarios del programa ha sido reasentado para acceder a oportunidades laborales, con empresas asociadas que ofrecen puestos de trabajo y apoyo para el transporte hacia sus nuevos destinos.
La Operación Acolhida asegura un proceso riguroso para evitar la explotación laboral mediante la verificación de antecedentes de las empresas participantes. Además, brinda apoyo social a los beneficiarios durante un período de hasta tres meses, en colaboración con las empresas, agencias de la ONU y organizaciones de la sociedad civil. Los participantes también reciben la documentación necesaria, como permisos de trabajo nacionales y la inscripción en el Registro de Contribuyentes Individuales, así como las vacunas correspondientes.
Es cierto que no todos los refugiados y migrantes quieren ser reubicados. Algunos optan por quedarse en Roraima, tal vez con la esperanza de regresar a casa o quedarse cerca para poder controlar las propiedades o a sus seres queridos que aún están en Venezuela. No obstante, su presencia también ha supuesto un crecimiento para esa economía local.
No obstante, la Operación Acolhida tiene áreas que requieren mejoras. Los refugiados venezolanos que llegan a Brasil enfrentan riesgos significativos y pueden quedar en situaciones de vulnerabilidad. Es fundamental reforzar las salvaguardas del programa para proteger sus derechos y minimizar el riesgo de explotación. Esto incluye un mayor monitoreo del trato que reciben en todas las etapas, especialmente considerando que los militares que lideran la operación podrían carecer de formación específica en derechos humanos y asistencia humanitaria. Asimismo, se necesita fortalecer la seguridad en los refugios y realizar evaluaciones exhaustivas de los socios involucrados en la estrategia de reasentamiento. Un seguimiento y evaluación posterior a la reubicación de los beneficiarios en otras ciudades del país también resultan esenciales para garantizar su bienestar y éxito a largo plazo.
Sin embargo, otros países que reciben refugiados deberían tomar ejemplo del modelo brasileño. Brasil ha demostrado cómo es posible aliviar la presión sobre las comunidades receptoras y, al mismo tiempo, aprovechar las habilidades, conocimientos y contribuciones de los refugiados y migrantes en beneficio del país. En lugar de considerarlos una carga o una amenaza, Brasil está adoptando un enfoque que reconoce que cumplir con sus obligaciones nacionales e internacionales en defensa de los derechos de los refugiados puede generar beneficios tanto para ellos como para el conjunto de la sociedad.
Este modelo ofrece una solución prometedora para la situación de los refugiados en las Américas y a nivel global, donde la presión sobre las comunidades anfitrionas a menudo genera escenarios de marginación, negación de derechos e incluso devoluciones a lugares peligrosos. Apostar por un enfoque que garantice a los refugiados acceso a oportunidades laborales y el pleno ejercicio de sus derechos debería ser el futuro de la respuesta humanitaria. (William Clavijo Vitto y Sarah Miller /Latinoamérica21)
William Adrian Clavijo Vitto. Doctor en Políticas Públicas, Estrategias y Desarrollo por la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ). Es el fundador y presidente de la ONG Venezuela Global, con sede en Río de Janeiro, Brasil.
Sarah Miller. Doctora en Relaciones Internacionales por la Universidad de Oxford. Es investigadora principal de Refugees International, donde dirige el trabajo de acceso al mercado laboral de la organización.