Queridos lectores, en el corazón de La Paz, Bolivia, cada enero, un mundo en miniatura cobra vida con la celebración de la Alasita, una feria generacional dedicada al Ekeko, dios de la abundancia. Entre los coloridos puestos de artesanos que ofrecen réplicas diminutas de bienes deseados, la gastronomía también encuentra su espacio. Es aquí donde los alfajores pequeños, particularmente mis favoritos dentro la magna diversidad de pastelitos, se convierten en emblemas de la riqueza dulce en formato reducido, evocando la abundancia y los sueños de prosperidad.
Los alfajores, en sí mismos, son una dulce herencia de encuentros culturales. Su origen se remonta a los tiempos de Al-Ándalus, cuando los árabes introdujeron una confitería a base de miel, frutos secos y especias en la península ibérica. Con la llegada de los colonizadores españoles a América Latina, esta receta se transformó al mezclarse con ingredientes locales, como el maíz, el dulce de leche y el cacao, evolucionando hasta convertirse en el manjar que conocemos hoy. Cada país de la región le dio su propio toque: en Argentina se hicieron famosos con su relleno de dulce de leche y cobertura de chocolate, mientras que, en Bolivia, los alfajores adquieren un estilo único, con masas más ligeras y texturas que celebran la diversidad de sus ingredientes andinos.
La pastelería en miniatura tiene un encanto que trasciende fronteras. Desde los refinados petits fours de la tradición francesa hasta las coloridas obleas y confites de las costumbres andinas, el arte de encoger lo delicioso desafía a los reposteros a captar toda la magia de un bocado completo en una versión más pequeña. Pero en la Alasita, esta miniaturización adquiere un significado más profundo, los alfajores pequeños son más que un postre, son ofrendas, deseos y promesas envueltas en un delicado y delicioso bocado.
Este legado cultural, en el que lo diminuto se convierte en símbolo de grandes esperanzas, nos invita a explorar no solo las tradiciones que rodean a estos dulces, sino también el ingenio humano que transforma la pastelería en arte y ritual.
Así, que, con fe queridos lectores, aquí comienza un viaje al diminuto, pero monumental universo de los alfajores pequeños, donde cada capa de masa y cada grano de azúcar encapsulan siglos de historia, cultura y sabor.
¡Feliz Alasita y mucha abundancia!
MINI ALFAJORES
Ingredientes:
Para las tapas de los alfajores:
200 gr de harina de trigo (tamizada)
100 gr de maicena
150 gr de mantequilla o margarina (a temperatura ambiente)
100 gr de azúcar glas
1 u. huevo
1 u. yema de huevo
1 cucharilla de esencia de vainilla
1 cucharilla de polvo para hornear
1 pizca de sal
Para el relleno:
250 gr de dulce de leche (repostero, si es posible)
Para decorar:
Coco rallado (opcional)
Azúcar glas (para espolvorear, si no usa coco)
Chocolate derretido (opcional, para bañar los alfajores)
Preparación:
Preparar la masa:
En un bowl grande, batir la mantequilla con el azúcar glas hasta obtener una mezcla cremosa y homogénea. Agregar el huevo, la yema y la esencia de vainilla. Mezclar hasta incorporar.
En otro bowl, mezclar la harina, la maicena, el polvo de hornear y la pizca de sal. Incorporar estos ingredientes secos a la mezcla húmeda poco a poco, amasando ligeramente hasta obtener una masa suave y manejable. Evitar trabajarla demasiado para no desarrollar gluten.
Envolver la masa en papel film y refrigerarla durante 30 minutos para que sea más fácil de manipular.
Formar las tapas:
Precalentar el horno a 180 °C (350 °F). En una superficie enharinada, extender la masa con un rodillo hasta un grosor de 5 mm aproximadamente. Con un cortador pequeño (de 3-4 cm de diámetro), cortar círculos de masa y colocarlos en una bandeja para hornear forrada con papel pergamino.
Hornear:
Hornear las tapas durante 8-10 minutos o hasta que estén ligeramente doradas en la base, pero aún pálidas por encima. Retirar del horno y dejar enfriar completamente sobre una rejilla.
Una vez frías las tapas, colocar una pequeña cantidad de dulce de leche en el centro de una tapa y cubrirla con otra, presionando ligeramente para que el dulce se distribuya.
Decorar:
Si desea usar coco rallado, pasar los bordes de los alfajores por el coco, asegurándose de que se adhiera al dulce de leche.
Si prefiere azúcar glas, espolvorearla con la ayuda de un tamiz.
Para un toque más sofisticado, sumergir los alfajores en chocolate derretido y dejarlos secar sobre papel encerado.
Servir:
Estos alfajores son ideales para la Alasita o cualquier ocasión especial, pero también puede disfrutarlos como un antojo cotidiano.
Puede hacer variaciones del relleno con crema de avellanas, mermeladas o incluso ganache de chocolate.
Conservar los alfajores en un recipiente hermético a temperatura ambiente por hasta 5 días o refrigerarlos si el clima es cálido.
¡Que los pequeños, pero deliciosos alfajores sean una ofrenda de dulzura y abundancia en cada bocado!
Queridos lectores hasta la próxima cucharada de sabiduría gastronómica y no olviden que:
“La gastronomía hecha con amor, física, química y biológicamente sabe mejor”
Chef Franz R. Arandia Belmonte
Gastrónomo Profesional e Investigador Gastronómico
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