Llegó el tiempo de “vacas flacas”, tras dos décadas de “comer la herencia de la abuela”; de exportadores de gas natural, estamos a un paso de convertirnos en importadores de ese mismo recurso, aunque se logren grandes descubrimientos hidrocarburíferos, para su extracción se necesita por lo menos cinco años, así que el futuro energético y económico es gris y puede ser negro, a pesar de ello, algunos candidatos nos dicen que solucionarán la crisis en 100 días, que se dará un nuevo aguinaldo a medio año o que con préstamos del FMI estaremos contentos.
Los recursos que generó el gas exportado no fueron reinvertidos en la búsqueda de nuevos reservorios, si así hubiera sido, en este momento estaríamos en un auge económico envidiable. Si hace 30 años hubiéramos abierto la puerta a la FMC Lithco para explotar el litio del Salar de Uyuni, hoy el país sería potencia mundial en el aprovechamiento de ese almacenador de energía; pero más pudieron las presiones sociales de grupos irresponsables, el malgasto de los gobernantes de turno y la pasividad del pueblo, que pese a escuchar advertencias de algunos expertos, quedó con las manos cruzadas y la voz silenciosa.
Un economista estudioso del transcurrir de los hidrocarburos recomienda que se suspenda la exportación de gas para alargar la agonía del mercado interno que también consume ese recurso en domicilios, fábricas y vehículos públicos. Esa recomendación es dura, pero no es irracional, pues si llegamos a importar gas, éste tendrá un precio ocho veces mayor al que ahora se consume en el mercado interno y eso afectará también a la generación de electricidad de los hogares, pues el 70 por ciento de la energía para electricidad proviene del gas natural subvencionado.
El cambio de la matriz energética, más que una realidad, actualmente es una poesía que se recita en círculos de especialistas nacionales, aunque en el mundo es un verdadero compromiso y muchos países ya apuestan al hidrógeno verde, la energía solar, eólica e hidráulica; también destinan inversiones en fábricas de vehículos eléctricos, los que casi no se conoce en Bolivia donde motorizados a diésel y gasolina contaminan cada vez más el ambiente porque se multiplican legal e ilegalmente (los “chutos” son visibles en el Chapare, Riberalta, los Yungas y muchos pueblos de todo el país), pues para estos vehículos el B-SISA no es una exigencia como en las ciudades capitales donde los motorizados tienen placas.
De tener alternativas posibles, tenemos; pero lo que no se percibe es la voluntad política que más se concentra en subvenciones dañinas que malacostrumbran al pueblo y frenan emprendimientos que pueden dar verdaderos respiros como el impulso a planta hidroeléctricas en el corto plazo, pero que ahora no intentan inversiones porque no pueden desarrollarse debido a que es imposible competir con un gas natural subvencionado.
Ojalá esta columna sea leída por los candidatos para que presenten reales alternativas para la crisis energética, no fábulas ni buenas intenciones que se diluyen cuando están sentados en las sillas del poder. La crisis energética ya llegó, no es del futuro, ahora se debe pensar aceleradamente en soluciones. Por favor, que las campañas políticas sean de propuestas y no insultos de circo o payasadas de tik tok.