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¿Diferentes o iguales?

Luz Castillo Vacano

Desde el tiempo de las abuelas, muchas cosas han cambiado. Ahora las exigencias de la sociedad y del capitalismo a mujeres y hombres, de lo que se podría comprender como en el contexto de las “clases medias urbanas”, se tornan ciertamente bastante similares. La búsqueda de éxito personal marca tanto a ellas como a ellos. Ya no son solo los varones quienes anhelan una realización personal y/o colectiva. Una realización expresada en un trabajo con reconocimiento social, posesiones como la casa y el auto, y una familia perfecta (con hijos también varones). Ahora también son ellas quienes persiguen ese éxito (hasta hace 50 años las damas deseaban principalmente una familia ideal), constituido convencionalmente por una carrera laboral ascendente, un trabajo con reconocimiento social y, si es posible, una familia.
La realización personal es el epicentro de esta búsqueda de éxito, tanto para ellos como para ellas. El desempeño social y colectivo no deja de ser importante, pero pasó a segundo plano, así como el crecimiento espiritual. Aunque se guardan muchos valores humanos como la solidaridad, la empatía y el respeto, la meta principal es la consecución de logros establecidos, casi como un deber insoslayable. Frente a ello se encuentran los caminos diferentes que varios pueden elegir. Pero lo que se aleja de este nuevo canon establecido respecto al éxito personal se califica como aquello que no debería ser.
Se prioriza el tener, sobre el ser. Se prefiere el prestigio basado en los bienes materiales por encima de aquel que nace en la calidad humana. Hombres y mujeres compiten por el mejor cargo, la más linda casa, el auto más funcional y elegante. Los valores han cambiado, sin duda. Sin embargo, también la masculinidad y feminidad diluyen sus fronteras como constructos sociales, y es notoria cierta uniformidad en las búsquedas de mujeres y hombres, pues cada vez son más similares. Como ya señalamos, ambos persiguen la realización personal a partir de un oficio o empleo reconocidos, quizá un carrera universitaria o trayectoria laboral que reporte bastante dinero, y la posesión de bienes considerados útiles y que son capaces de representar un prestigio para su poseedor, a lo que opcionalmente puede sumarse una familia feliz como parte del éxito.
Por tanto, la confluencia de ambos, mujeres y varones, hacia objetivos de vida bastante comunes, los sitúa en posiciones también bastante similares, por lo que, si bien se mantienen las diferencias biológicas y algunas de tipo cultural y social, las diferencias en tanto proyectos de vida casi desaparecen. En este sentido, como proyecciones, hombre y mujer casi son lo mismo: sus objetivos de vida y trayectorias ideales son similares. La diferencia podría ser, sin embargo, en qué medida unos y otros logran alcanzar dichos objetivos, cosa que aún puede verse influida por situaciones de desigualdad e inequidad. En conclusión, los sujetos, mujeres u hombres, como proyecto individual son resultado y construcción social de una sociedad que da valor a un tipo de éxito personal bastante parecido entre ambos. Bajo esta perspectiva, quedaría solo eso: sujetos en pos del éxito, diluyéndose las fronteras y diferencias sociales y laborales entre hombres y mujeres.

La autora es antropóloga.

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