América Latina y el Caribe (ALC) alberga el 19 % de las ecorregiones marinas del mundo. Bañadas por el Caribe, el Atlántico, la Antártida y el Pacífico, estas aguas juegan un papel central en la regulación del clima global y se encuentran entre los mayores reservorios de biodiversidad marina del planeta. Además, concentran el 25 % de la biodiversidad marina mundial.
Los manglares brasileños y del Caribe son viveros de vida, que almacenan miles de millones de toneladas de carbono en el suelo y en los árboles, incluidas hojas, troncos y raíces, conocido como carbono azul. Estos ecosistemas pueden almacenar hasta cuatro veces más carbono por hectárea que los bosques tropicales y también actúan como barreras naturales contra las tormentas tropicales, protegiendo a las comunidades costeras. En el Pacífico, la Corriente de Humboldt, una de las más productivas del mundo, es responsable de alrededor del 20 % de la captura mundial de peces, sustentando las economías de Chile y Perú. Solo en Brasil, la economía azul representa aproximadamente el 20 % del PIB, y destaca como un sector estratégico.
Sin embargo, la acidificación de los océanos, causada por el aumento de la absorción de CO₂ atmosférico por el agua de mar, amenaza a organismos como corales, crustáceos y moluscos, y afecta a procesos biológicos esenciales como la reproducción, la formación de conchas y esqueletos, la señalización química y el comportamiento alimentario. Millones de toneladas de plástico, fertilizantes agrícolas y pesticidas contaminan el océano, mientras que la sobrepesca y la pérdida de hábitat amenazan los ecosistemas marinos. Estas presiones acumulativas comprometen la biodiversidad, los servicios ecosistémicos y los medios de vida de millones de personas, lo que desencadena un efecto dominó sobre la vida marina y sectores clave como el turismo y la pesca, pilares económicos de la región.
Además, la minería en aguas profundas, que carece de una regulación internacional efectiva y está impulsada por la creciente demanda de minerales raros, puede liberar sedimentos tóxicos y metales pesados. Esta actividad ocurre en un entorno complejo, donde los impactos se propagan en varias direcciones, lo que afecta tanto al fondo marino como a las corrientes oceánicas que conectan diferentes regiones del planeta. Al mismo tiempo, la exploración y el transporte de petróleo en alta mar, esenciales para el comercio mundial, aumentan los riesgos de derrames de petróleo y la introducción de especies invasoras y patógenos.
El cambio climático aumenta los desafíos a la biodiversidad, pero sus efectos también comprometen las economías y las vidas humanas. En toda la región, las comunidades costeras e insulares enfrentan una peligrosa combinación de impactos, incluido el calentamiento de los océanos, el aumento del nivel del mar, olas de calor, mareas ciclónicas extremas, lluvias torrenciales e inundaciones, tornados, huracanes y erosión costera. Estos fenómenos amenazan la supervivencia de quienes habitan estos territorios, y ponen en riesgo pilares económicos como el turismo y la infraestructura portuaria, lo que sacude toda la cadena productiva de la región.
CRISIS CLIMÁTICAS Y BIODIVERSIDAD
La Comisión Oceanográfica Intergubernamental de la UNESCO ha colaborado con 23 países de la región en la implementación de la Planificación Espacial Marina (PEM), un proceso público de análisis y organización de las actividades humanas en las áreas marinas. El PEM busca conciliar, de manera políticamente negociada, los objetivos ecológicos, económicos y sociales, siendo esenciales para la gobernanza global de los océanos y para el cumplimiento de las metas de los acuerdos internacionales, como el Clima y la Biodiversidad.
Las soluciones basadas en la naturaleza (SBN), como la restauración de ecosistemas y las iniciativas de economía regenerativa, son esenciales para revertir el colapso de los servicios de los ecosistemas marinos y garantizar la sostenibilidad socioeconómica.
La integración de PEM y SBN ofrece un camino transformador para alinear los objetivos climáticos y de biodiversidad, acelerando los esfuerzos para mapear, restaurar y gestionar de manera sostenible los ecosistemas marinos y costeros y promoviendo tanto la resiliencia climática como la conservación de la biodiversidad.
MECANISMOS Y OPORTUNIDADES
Alrededor del 23,2 % de las áreas marinas de América Latina y el Caribe (ALC) están bajo alguna forma de conservación, pero la expansión y la implementación efectiva de las Áreas Marinas Protegidas son cruciales para equilibrar el crecimiento económico y la conservación de la biodiversidad.
Iniciativas como el reciente acuerdo de «deuda por naturaleza» de Ecuador, que utiliza bonos azules para destinar 12 millones de dólares anuales a la conservación en las Islas Galápagos, resaltan el potencial de los mecanismos financieros innovadores. En 20 años, la iniciativa movilizará US$450 millones, estableciendo así un modelo prometedor para la región.
Los bonos azules surgen como instrumentos poderosos para financiar la conservación ambiental y el desarrollo sostenible, alineando la preservación con la reducción de la deuda soberana. Ejemplos como el Corredor Marino del Pacífico Tropical Oriental, que conecta áreas protegidas en Costa Rica, Panamá, Colombia y Ecuador, demuestran cómo las colaboraciones multilaterales fortalecen la conectividad ecológica y la conservación.
En Brasil, los manglares, los arrecifes amazónicos y el banco de rodolitos más grande del mundo resaltan el potencial del país para iniciativas de carbono azul y créditos de biodiversidad. Además, la región de Abrolhos y Vitória-Trindade, candidata a Reserva de la Biosfera, reafirma su potencial para los bonos azules y refuerza la posición de América Latina como guardiana de ecosistemas únicos y estratégicos en el planeta.
Las políticas de pago por servicios ambientales pueden incluir a las comunidades tradicionales y a los pueblos indígenas en la conservación de la biodiversidad, integrándolos en los planes y estrategias nacionales y regionales. Estas iniciativas promueven la economía regenerativa y la justicia socioambiental y reconocen el papel activo de estas comunidades en la conservación de la naturaleza, y también pueden apoyar las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC) y la implementación de las Estrategias y Planes de Acción Nacionales sobre Biodiversidad (NBSAP).
FUTURO AZUL
La creciente vulnerabilidad de la riqueza marina a las presiones globales exige una acción urgente y coordinada. Con una gobernanza sólida y alianzas público-privadas, América Latina y el Caribe tiene el potencial de liderar la transición hacia una economía azul sostenible. La ampliación de las Áreas Marinas Protegidas y el uso de instrumentos financieros innovadores fortalecen la conservación de la biodiversidad, dinamizan la economía regional y se integran con los planes nacionales y regionales alineados con los acuerdos globales, como los de Clima y Biodiversidad.
Este modelo orquesta una transición para aprovechar el capital natural del Sur Global y brindar servicios ecosistémicos esenciales, garantizando el sustento de millones de personas y la salud del planeta. ¿Serán América Latina y el Caribe víctimas de un colapso inminente o líderes de una transformación? (Larisse Faroni/Latinoamérica21)
*Un texto producido en conjunto con el Instituto Interamericano para la Investigación del Cambio Global (IAI). Las opiniones expresadas en esta publicación son las de los autores y no necesariamente las de sus organizaciones.