En las elecciones del bicentenario estarán en juego dos opciones políticas: el continuismo y el cambio. Con la participación de diferentes rostros, sea del oriente, occidente o el trópico, pero que representarán tales propósitos. Acá no hay medias tintas, por el desastre o el logro. La población tendrá que elegir una de esas opciones, en una coyuntura con adversidad económica. Posiblemente priorizando los supremos intereses nacionales. Muy al margen del apasionamiento político que hubiere. Con la intención de proyectar una Bolivia diferente y próspera, que haya superado el retroceso por el bien común.
Cambio significará la construcción de un futuro sin sobresaltos políticos, sociales y económicos. Con estabilización en todos los aspectos de la vida nacional y reconstrucción de este jirón patrio, digno de mejor destino. Aprovechando el concurso ciudadano que se esfuerza por convertir a Bolivia en un país con crecimiento. Con abastecimiento de artículos de consumo para la población y para los sectores menos favorecidos, en particular. Evaluando previamente lo que hicieron los gobiernos de turno desde el 2006. Un ciclo político que fue marcado por la intolerancia y el radicalismo ideológico. Con hechos que emularon las acciones autoritarias que aún se imponen en algunos países de la región. En consecuencia los aciertos fueron exiguos y los desaciertos cuantiosos. Esas son particularidades de los tiempos del Estado Plurinacional.
El continuismo se inscribirá como un principio de resignación. Como un respaldo a la política económica que tiende a empobrecer a la ciudadanía. Que ha provocado la pérdida del poder adquisitivo de los trabajadores y de los jubilados. Que ha permitido la desaparición del dólar y la escasez de combustibles. El incremento del contrabando a la inversa y de la inseguridad jurídica, que se han constituido en los problemas mayúsculos de la coyuntura. Con una canasta familiar en las nubes. Con un pan de batalla que ha perdido su peso y tamaño. Con el precio del arroz que se ha disparado en los centros de abasto. Y los elevados índices del comercio informal, que tienden asfixiar a entidades formales. Que ha despilfarrado los millonarios ingresos en tiempos del auge gasífero. Con persecución y encarcelamiento de quienes piensan diferente.
He ahí un pantallazo de las dos opciones que estarán compitiendo en la arena electoral próximamente. La ciudadanía tendrá la ocasión de elegir una de esas dos opciones, mediante el voto secreto en agosto venidero.
La población requiere, por consiguiente, proyectos, propuestas e ideas, para salvar Bolivia del percance económico que amenaza con truncar su futuro. No permitamos que aquella calamidad destruya los hogares bolivianos ni el venidero de nuestros hijos. Ni en los tiempos dictatoriales se presentó una situación de esta naturaleza. Pero en democracia, sí. Basta de arengas de confrontación, de insultos o distraccionistas, que no hacen otra cosa que contribuir a la pérdida de credibilidad de los políticos, desesperados por amasar fortuna con dineros del erario nacional.
En suma: los bolivianos están ante la disyuntiva de elegir el continuismo o el cambio. ¡Ojalá Dios los ilumine!
Dos opciones políticas
Severo Cruz Selaez
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