La historia de Bolivia está marcada por figuras cuyo trabajo ha sido esencial para la construcción de nuestras identidades culturales, aunque en muchos casos han permanecido en la sombra. Tal es el caso de Gregorio Cordero Miranda, arqueólogo, investigador y gestor cultural, cuya dedicación incansable a la arqueología nacional ahora es reivindicada en el libro “Gregorio Cordero Miranda. Memorias del Pasado”.
Esta valiosa publicación será presentada el próximo 19 de febrero, a las 18:30, en el Museo Nacional de Etnografía y Folklore (MUSEF), en un evento que busca devolverle su lugar en la historiografía boliviana.
La tradición fotográfica de la familia Cordero comenzó con Julio Cordero Castillo, nacido en Pucarani, y fue continuada por su hijo Julio Cordero Ordoñez y su nieto Julio Cordero Benavides. En 1922, nació Gregorio Cordero Miranda, hijo de Julio Cordero Castillo y Mercedes Miranda, quien fusionó su pasión por la fotografía con la arqueología, documentando meticulosamente el patrimonio cultural de Bolivia.
Según la nota de prensa del MUSEF, Gregorio Cordero Miranda fue mucho más que un arqueólogo. Su formación en el mundo de la imagen, heredada de su padre, el renombrado fotógrafo Julio Cordero, le otorgó una sensibilidad visual que marcó profundamente su trabajo en la arqueología boliviana. Mientras muchos investigadores de su época se enfocaban exclusivamente en la excavación y la teoría, Cordero Miranda comprendió que la memoria del pasado debía ser no solo estudiada, sino también preservada visualmente con el mayor detalle posible.
Su habilidad para el dibujo y la fotografía no era un complemento, sino una herramienta fundamental en su forma de aproximarse a la arqueología. En una época donde la tecnología digital no existía, la única forma de capturar con fidelidad las estructuras, objetos y contextos arqueológicos era a través de bocetos detallados y registros fotográficos precisos. Cordero Miranda dominó ambas técnicas con maestría, convirtiéndose en un cronista visual del pasado boliviano.
Desde su juventud, Gregorio estuvo rodeado de imágenes. Su padre, Julio Cordero, fue uno de los fotógrafos más importantes de Bolivia, documentando con su cámara desde la vida cotidiana hasta momentos clave de la historia nacional. Su estudio fotográfico fue un centro de producción visual, donde Gregorio creció viendo cómo las imágenes se convertían en testimonios del tiempo. Esa influencia se reflejó en su posterior trabajo arqueológico, donde el ojo crítico del fotógrafo se fusionó con la meticulosidad del científico.
A lo largo de su carrera, Cordero Miranda participó en excavaciones en algunos de los sitios más importantes del país, como Tiwanaku, Chiripa, Pucarani e Iskanhuaya. Pero lo que lo diferenciaba de otros arqueólogos era su capacidad de capturar la esencia de estos lugares, no solo en informes técnicos, sino en imágenes y dibujos que hoy siguen siendo referencia para investigadores. Sus planimetrías de estructuras, ilustraciones de piezas cerámicas y fotografías de campo no solo cumplen una función documental, sino que también tienen un innegable valor artístico.
El archivo personal que hoy forma parte del MUSEF, gracias a la donación de su familia, contiene más de 1.800 fotografías y negativos, además de más de 300 dibujos y planos de sitios arqueológicos. Estas imágenes no solo reflejan su trabajo, sino que nos muestran su mirada, su forma de ver la arqueología como una disciplina que no solo busca entender el pasado, sino también representarlo de manera fiel y estética.
Cordero Miranda representa una rara combinación entre ciencia y arte, entre método y sensibilidad. Su trabajo nos recuerda que la arqueología no solo se trata de desenterrar objetos, sino de interpretar y transmitir historias. A través de su lente y de su lápiz, dejó un legado que no solo es de valor académico, sino que también es una obra de arte en sí misma. Su historia, plasmada en el libro “Gregorio Cordero Miranda. Memorias del Pasado”, nos invita a redescubrir su legado y a valorar la arqueología no solo como una ciencia, sino como una forma de arte que nos conecta con quienes fuimos.
Su archivo, ahora donado al MUSEF, consta de más de 3.300 documentos, entre manuscritos, fotografías, notas de campo y dibujos de piezas arqueológicas. Su meticuloso trabajo de registro y catalogación permitió generar un invaluable testimonio sobre sitios arqueológicos como Tiwanaku, Iskanhuaya, Pucarani y Chiripa. Además, fue un gestor clave en la reestructuración del Museo Nacional de Arqueología (MUNARQ), institución que dirigió hasta su fallecimiento en 1979.
La publicación de “Gregorio Cordero Miranda. Memorias del Pasado” es un hito en la recuperación del patrimonio documental boliviano. Este libro no solo pone en valor el trabajo de Cordero Miranda, sino que también abre nuevas posibilidades para el estudio de la arqueología boliviana, proporcionando material inédito sobre excavaciones, planimetrías y estudios sobre iconografía cerámica.
La investigación detrás de este catálogo fue posible gracias a la donación de su archivo personal al MUSEF en 2019 por parte de sus hijas Aida Jovita y Pola Cordero, con la gestión de su sobrina Ninoska Cordero. Esta donación permitió un proceso de catalogación y digitalización que hoy se materializa en una obra esencial para arqueólogos, historiadores y el público en general.
El lanzamiento del libro se realizará en un evento especial en el MUSEF, donde especialistas en arqueología, investigadores y familiares de Cordero Miranda compartirán reflexiones sobre su impacto en la disciplina. Será una oportunidad única para conocer más sobre la vida y obra de un arqueólogo que, con la mirada de un científico y la sensibilidad de un artista, ayudó a reconstruir la memoria de nuestro país.
La invitación está abierta al público para descubrir el legado de un hombre que supo ver en la tierra las huellas de nuestra historia.