El Brutalista recrea hábilmente la vida rural y urbana estadounidense en la Pensilvania de mediados del siglo XX, lo que requirió un diseño de producción específico tanto para la época como para el entorno. También requirió crear la visión arquitectónica imponente y cargada de simbolismo conocida como el Instituto, que László construye a tropezones en una colina de Pensilvania a lo largo de muchos años.
“La película trata de muchas cosas incluida la edificación de un edificio, pero también es una película sobre el rodaje de una película”, dice Corbet. “La arquitectura y la realización cinematográfica tienen mucho en común porque se necesita más o menos la misma cantidad de gente para construir un edificio que para hacer una película. Para mí, El Brutalista fue una forma de hablar sobre el aspecto más burocrático del proceso artístico”.
La diseñadora de producción Judy Becker ya conocía como era Estados Unidos a mediados del siglo XX tras haber diseñado los sets de la película del director Todd Haynes Carol, situada en Nueva York en esa misma época. El Brutalista sigue una trayectoria similar a través de la Nueva York y la Filadelfia de mediados del siglo XX, desviándose hacia la Pensilvania rural y culminando en Venecia durante el conmovedor epílogo de la película, ambientado en la década de los ochenta.
“Empecé a trabajar en este proyecto incluso antes de tener el guion, porque para una diseñadora de producción, hacer una película sobre un arquitecto es un sueño hecho realidad”, expresa Becker. “También me encanta la arquitectura brutalista y el mayor reto en este caso no era simplemente diseñar sets y locaciones específicos de la época, sino construir el Instituto, que simboliza la historia y la lucha que vivió László”.
Becker tuvo que crear un diseño que no solo se viera auténticamente brutalista, sino que se pareciera a algo que un arquitecto de la Escuela de Bauhaus podría haber ideado en la vida real. La construcción también tenía que ser factible dentro de la producción sin ser un edificio real —lo que requirió una gran cantidad de magia cinematográfica por parte del equipo de diseño.
“El meollo de la película son los problemas con los que se topa László durante el proceso de diseño y construcción del Instituto, pero no es estrictamente una cuestión de arquitectura, diseño o construcción, porque tiene que ver con problemas mayores”, dice Becker. “Cuando alguien te paga, como Harrison Lee Van Buren financia la visión de László, ¿cuánto poder tiene realmente sobre ti?”.
Para construir el Instituto, Becker hizo una investigación sobre las arquitecturas brutalista y modernista y sus encargos, pero también se basó en personas, cosas y acontecimientos propios de su entorno. “La estructura necesitaba relacionarse visualmente con un campo de concentración, así que estudié imágenes de los campos, lo cual fue perturbador pero necesario para comprender la historia de László”, explica Becker. “Cuando yo era niña y vivía en Nueva York, recuerdo que en nuestra sinagoga local había una Estrella de David en la parte de arriba. Fue un gran momento para mí cuando me di cuenta de que el Instituto debía tener la forma de una cruz elevándose por encima de la parte inferior del edificio, que se asemeja a los búnkeres de los campos de concentración”.
Las habilidades de diseño de László en El Brutalista se muestran primero en los muebles que él crea para el negocio de Filadelfia de su primo Atilla. La planificación del aspecto de esos objetos también recayó en Becker. “En este proyecto estuve al frente de varias tareas que no había hecho antes, incluso más allá del diseño de edificios como lo haría un arquitecto”, expresa Becker. “László también diseñó un enorme sistema de archiveros para la biblioteca de Van Buren, que para mí se convirtió en una oportunidad para tomar todas mis fuentes de inspiración en el diseño y darles vida en la película”.